Divulgación
Historias ambientales de domadores y guardianes de aguas
En beneficio de qué sectores y actividades productivas constituye un tema clave para comprender la historia de Mendoza.
Más allá de las imágenes, decorados, coreografías, canciones y desfiles que ya forman parte de los rituales e imaginarios vendimiales, los festejos pueden presentarse como una oportunidad para reflexionar acerca de problemáticas asociadas con la actividad económica emblemática de este rincón del mundo. ¿Quién, aprovechando ese momento tradicional del calendario, no ha escuchado a vecinos, familiares y amigos interpelándose acerca del salario de un peón de viña, del precio del vino, de lo favorable o desfavorable de las condiciones climáticas, de nuevas manifestaciones vendimiales como los festejos de la Vendimia Gay? Qué pantalla o titular de diario puede pasar por alto el momento y no dedicar alguna frase, comentario o reflexión alusiva al que -al menos durante algunas semanas- se convierte en el tema “protagónico” de nuestra provincia.
Desde la Historia Ambiental es posible aportar reflexiones sobre aquellos paisajes e impresiones de Vendimia en los que el agua ocupa un lugar central, enfatizando el hecho de que este elemento es y ha sido, tanto en nuestra historia lejana como reciente, un símbolo del que se derivan múltiples historias y sentidos.
Investigadores de diferentes partes del mundo han denominado “misión hidráulica” (Donald Worster, 1985) a la agencia de un gobierno, apoyada por ingenieros hidráulicos, encargada de expandir la infraestructura hidráulica y las instituciones del Estado encargadas en controlar la distribución del agua. Esta tarea, planteada como horizonte del progreso general de la sociedad, se corresponde con la vida y obra de una serie de ingenieros y funcionarios, claves en la historia de Mendoza. Es el caso de las vidas de Cipolletti y Vitali, ambas marcadas por este tipo de misiones.
Nuestra propuesta consiste en reflexionar sobre el caso a partir de la siguiente metáfora: Los domadores y los guardianes del agua; alegoría que incluye dos entidades, de alguna manera en disputa. Vale aclarar que estas dos formas de concebir la relación del hombre (en sentido genérico) con el agua -bien como domador o como guardián- pueden coexistir incluso en una sola persona, o en dos momentos de su trayectoria de vida. Siendo también posible que dos figuras históricas, o dos grupos sociales, representen cada una de esas formas de vincularse con el agua, en una especie de contrapunto o antagonismo.
Es sabido que, hacia fines de siglo XIX, la elite mendocina decidió apostar por un modelo productivo basado en la vitivinicultura. Fue así que se decidió dejar atrás otras producciones hasta ese momento más importantes, como el cultivo de forrajeras y cereales, apostando por una actividad que, si bien antigua, no ocupaba el lugar hegemónico que llegaría a ocupar durante el siglo XX.
El domador
En una primera acepción, los “domadores del agua” fueron escritores, ingenieros, políticos y funcionarios que pensaron y accionaron en pos de una institucionalidad del aprovechamiento del agua, imprescindible para el modelo vitivinícola entonces en expansión.
Fueron algunos de ellos quienes impulsaron la Ley de Aguas de 1884 y, cercanos a ideales sarmientinos y modernizantes, desde finales de siglo XIX organizaron el territorio provincial en función de los diferentes usos del agua.
Si bien no hemos encontrado evidencia exacta del surgimiento de esta denominación, “domadores del agua”, una de sus posibilidades se encuentra asociada a la contratación del ingeniero italiano César Cipolletti. Durante el gobierno de Tiburcio Benegas (1887-1889), se debían llevar a cabo una serie de obras hidráulicas que permitieran efectivizar el gobierno eficiente y racional del agua. Era imperioso contratar a un ingeniero capaz de llevar a cabo la tarea, y sería Guillermo Villanueva el encargado de convencer a Cipolletti del nuevo desafío que le esperaba en el extremo sur de América. Así, ante la inicial resistencia del ingeniero a emprender una empresa tan difícil en aquellos tiempos, Villanueva le habría expresado: “Usted ha domado todas las aguas del mundo…, menos las que bajan del techo de América”. Posteriormente, esta denominación se difundió en distintos medios de comunicación y en la jerga y el imaginario regional (Martín, Rojas y Saldi, 2010).
En afán de relatar algunas pinceladas del pensamiento de Cipolletti, podemos mencionar que el ingeniero era manifiesto partidario de que la acción estatal sustituyera a la iniciativa privada, en el manejo del agua, para evitar la especulación en estas obras de interés colectivo. Al mismo tiempo, revelaba una temprana preocupación por lo que hoy denominamos “el ambiente”, expresando desasosiego por la degradación de suelos a causa de la irrigación descontrolada, que ya observaba.
Manuel José Olascoaga fue otro “domador”, y no sólo de aguas, ya que encabezó una de las columnas del avance militar sobre tierras indígenas al sur de Mendoza. En su libro Aguas Perdidas (1908), “El Coronel” trata sobre los ríos que cruzan el territorio y que, “sin ser utilizados por nadie”, se pierden aguas abajo; además, formula numerosas prescripciones sobre la forma de utilizar al agua, incluso acerca de la posibilidad de navegar algunos cauces mendocinos.
Durante el siglo XX, aquellos domadores del territorio, vía ordenamiento hidráulico, continuaron su marcha con otras personalidades como Galileo Vitali. A la vez que proponía “gobernar” el agua, Galileo expresaba una profunda preocupación por el avance de los médanos en el noreste mendocino, producto del desecamiento del complejo lacustre de Guanacache debido al uso del agua en el oasis norte. También generaba su inquietud la falta de democratización real de las decisiones en torno al agua, no sólo porque tales derechos formales, no cumplidos en la práctica, perjudicaban a los agricultores del momento, sino también a poblaciones indígenas asentadas en regiones desfavorecidas por las políticas púbicas, como la zona de las lagunas.
Muy figurativo al respecto, enfatizaba Galileo Vitali: “No basta al hidráulico resolver los problemas de cinemática, estática y dinámica apropiados a cada caso. Es menester que el hidráulico, como todo gobernante inteligente, sepa que para gobernar sólo hay dos fórmulas que por su eficacia lo consiguen: una es mediante la persuasión impuesta por el buen sentido, y la otra por la fuerza despótica; para usar la primera, el gobernante debe conocer a su pueblo y conducirlo de acuerdo a su temperamento, sacando provecho de sus virtudes y haciéndole olvidar sus defectos; para la segunda basta con tener coraje y avasallarlo todo; el primer método en hidráulica es menos costoso y libre de sorpresas, el segundo exige grandes inversiones y nunca se está a cubierto de la traición del agua”.
Si bien sobresalieron las visiones sobre la gestión del agua que expresaban los “domadores”, éstas no fueron la excepción al conjunto de representaciones y argumentos que se inscribieron perdurablemente en las formas de construcción del Estado, la economía y la identidad mendocina (Escolar y otros, 2012).
Hoy en día muchos de estos planteos y consideraciones permanecen en nuestras ideas y prácticas.
El guardián
Y además de “domadores”, tempranamente aparecen también los “guardianes”. La historia de organismos estatales -como el Departamento General de Irrigación– y de personalidades -como el jurista Guillermo Cano (1913-2003)- son una cabal muestra de ello.
Se considera a Cano el padre de la legislación ambiental de Mendoza. Dentro de su extensa obra, fue secretario de Estado de Recursos Hídricos de la Nación, experto de las Naciones Unidas y consultor de la FAO. En el campo académico dirigió la publicación de la Revista de Derecho, Política y Administración Ambiente y Recursos Naturales iniciada en 1978. Desde allí, creo a la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) una importante organización no gubernamental ambientalista del país. Se puede mencionar también que fue el único argentino que asistió a la primera reunión internacional sobre ambiente, denominada “Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano“, realizada en Estocolmo, en 1972.
En la actualidad, las noticias y los debates sobre el uso y apropiación del agua subterránea, las recurrentes sequías, o el estudio y la protección de los glaciares, dejan en claro la persistencia de ciertas preguntas, centrales para la sociedad mendocina: qué concepción sobre el agua tenemos, quién la puede y debe manejar, y para beneficio de quién.
Esta última afirmación se ve corroborada en el hecho de que la gestión del agua, se ha constituido más recientemente en un centro estructurador del conflicto ambiental y del impulso o refuerzo de determinadas territorialidades. En la “contradicción” agua pura vs minería, el Estado mendocino no abandonó su rol mediador e intentó reiterativamente constituirse como organizador de la disputa, así como tampoco se abandonaron ciertas territorialidades de la actividad vitivinícola.
Facundo Martín y Lucrecia Wagner destacan, como característica de Mendoza, una intensa institucionalidad estatal que, en tiempos recientes, ha desplegado diversas estrategias para responder a las crecientes disputas socioambientales, donde el agua, una vez más, aparece como enunciador y articulador de demandas. Entonces, la permanente reedición de los valores de los “Domadores del agua”, se ve intercalada con un viejo ideal, creciente en las últimas décadas: “los guardianes del agua”.
Tercera figura
Como es de conocimiento público, el sábado a la mañana de Vendimia se realiza el Carrusel. El mencionado desfile, donde circulan carros con reinas, colectividades de inmigrantes, entidades tradicionalistas y otros colectivos que son parte de un mendocinidad, tiene como condimento, desde 2007, la realización de una marcha o manifestación en tono reivindicativo, aunque festivo, organizada por las asambleas mendocinas por el agua pura (AMPAP). Este tipo de expresiones podrían representar, o ser un emergente, de la amplia preocupación de los mendocinos por el agua, que se abre paso, dialoga y discute con los “domadores”, desde una visión más armónica con la naturaleza.
Una visión que se inscribe en diversas experiencias latinoamericanas, en las que diferentes comunidades se autodefinen guardianas del agua, resistiendo a la instalación de actividades extractivas. Retomando la metáfora podríamos considerar que al agua no se la doma, como ocurre con ciertos animales reducidos a la fuerza por el hombre, sino que más bien -como sostenía Vitali- se la persuade. ¿Sucede entonces que los vínculos entre vitivinicultura y guardianes del agua no son tan antagónicos como podría pensarse a primera impresión, lo que sí ocurriría con otras actividades en las que está en juego el uso del agua, como la minería?
Es así que la forma en que usamos el agua posee una fuerte impronta simbólicaa la que el imaginario de ningún mendocino puede ser indiferente. Esto se puede traducir en una necesidad y afán de dominarla, o bien de protegerla, o ambas cosas a la vez. Y tal vez, a partir de estas reflexiones, podríamos pensar en una tercera figura, que puede solaparse con la de los guardianes, menos evidente, pero de gran trascendencia: el agua en nosotros y nosotros en el agua. Esta última figura debe entenderse dentro de una realidad propia de nuestra provincia, y es que en Mendoza el uso de agua es indisociable de la propiedad de la tierra.
No existe un mercado de aguas donde se puedan comprar o vender por fuera de los derechos de riego que se obtienen con la posesión de la tierra.
Es así que un horizonte, o escenario, en el cual el agua (y la naturaleza en su conjunto) no requiera sólo de nuestro permiso para fluir, sino que pueda ser comprendida como parte de nosotros, requerirá una minuciosa interpretación de nuestras particularidades.
El crecimiento provincial con un ideario democrático, justo y de acuerdo a la biodiversidad cultural depende de que continuemos comprendiendo que su aprovechamiento debe ser garantizado para todos y cada uno de nosotros, lo que se ve asociado a la necesidad de establecer una relación con el ambiente en que nuestro protagonismo no sea tan pronunciado ni unidireccional, lo que supone comprender que el agua no es “nuestra”, sino parte de “nosotros”.
Agradecemos a Sergio Terrera, Lucrecia Wagner y Diego Bombal por sus reflexiones y aportes.
Referencias:
Donald Worster (1985), Rivers of Empire. Water, Aridity, and the Growth of the American West. Nueva York, Pantheon Books, 402 pp.
Martín, F.; Rojas, F.; Saldi, L.; (2010). “Domar el agua para gobernar. Concepciones socio-políticas sobre la naturaleza y la sociedad en contextos de consolidación del Estado provincial mendocino hacia finales del siglo XIX y principios del XX” Anuario del Centro de Estudios Históricos, “Prof. Carlos S. A. Segreti”. CONICET. Córdoba. Vol. 10 N°10: 159-186.
2013. Martín, Facundo; Wagner, Lucrecia, “Agua o minería. Determinaciones y movilizaciones en la construcción pública del conflicto ambiental en Mendoza”. En: Merlinsky, Gabriela (comp.), Cartografías del Conflicto Ambiental en Argentina. CLACSO-CICCUS, Buenos Aires, pp. 287-320.
Escolar, D.; Martín, F.; Rojas, F.; Saldi, L.; Wagner, L. (2012) Imaginario ambiental mendocino. Sus efectos en las políticas estatales y la producción científica. En: Historia, política y gestión ambiental.Perspectivas y debates. Alejandra Salomón y Adrián Zarrilli (compiladores) Pág. 79-100, Editorial Imago Mundi, Buenos Aires. ISBN 978-950-793-127-7.
Por Facundo Rojas, Juan Suriani y Facundo Martín / Conicet; Facultad de Filosofía y Letras; Facultad de Educación – UNCuyo
El ingeniero César Cipolletti en el río Tunuyán.
Con traje, chaleco y moño, el hidrólogo Galileo Vitali compartiendo la terminación de un trabajo con técnicos y funcionarios.
Guillermo Cano (hijo), abogado especializado en derecho de aguas, recorrió embalses de San Rafael (18 de abril de 1986).
Ya es un clásico del Carrusel vendimial el pedido por el agua pura.