Divulgación

Pasado y presente de las vendimias mendocinas

La vendimia integró retazos de fiestas populares y devociones religiosas nativas y europeas.


Una reciente editorial de Los Andes pasaba revista de la tendencia decreciente del consumo de vinos en el país, y en el exterior. No se trata de un fenómeno novedoso. Las dirigencias empresariales vitivinícolas lo han planteado una y otra vez con el fin de propiciar incentivos eficaces para mejorar las condiciones de competitividad y frenar la caída de las ventas en el largo y corto plazo, a raíz de los cambios en el consumo de bebidas, las preferencias del público por otros bienes o las restricciones impuestas ante el deterioro de los salarios reales.

Dicha tendencia anticipa el tono de los festejos de esta vendimia. Es probable que los discursos oficiales recojan el clima de preocupación del sector, y se atrevan a ensayar propuestas para gestionar la crisis de la industria. Pero el peso de la actual agenda vitivinícola no sólo afecta la dinámica estricta de la economía regional. Su importancia radica en que al constituirse en el motor del crecimiento económico provincial en la primera mitad del siglo XX, la industria del vino contribuyó a modelar una sociedad no necesariamente igualitaria pero sí diversificada y móvil, que le permitió distinguirse del conjunto de provincias extrapampeanas, y convertirse en la cuarta provincia del país en términos de su contribución al PBI nacional, y demográficos.

Esa imagen de relativa prosperidad e integración social y cultural, y esa experiencia histórica, es la que hoy resulta contrastada, e invita a ser entendida en su complejidad.

Colección singular 

Es la conformación de esa Mendoza, la comprendida entre fines del siglo XIX, y el siglo XX, la que interesa historiar en esta colección de aristas de vendimia. Interesa en la medida que una adecuada comprensión de esa formidable transformación económica, social, y cultural arroja mejores herramientas para identificar las políticas públicas nacionales y provinciales que la vigorizaron, como también permite detectar el papel que cumplieron las iniciativas privadas en la producción, elaboración y comercialización.

Penetrar en los pormenores del crecimiento agroindustrial en el largo plazo, y apreciar sus avatares, ciclos y crisis periódicas, también brinda condiciones inmejorables para conocer los factores que la dinamizaron. En particular, el papel de la inmigración de ayer, la europea, como las más recientes, las de los países limítrofes, que conformaron el mercado de trabajo rural y urbano, estable y eventual del que participaban familias enteras, y ponderar a través de ellas, las formas de producción y cooperación, y los conflictos en torno a la distribución de beneficios; la capacidad de ahorro familiar o individual, y la oportunidad de negocios que abrió las puertas a la formación de clases medias rurales y urbanas, junto a sectores más concentrados que se convirtieron en prototipos del ascenso social vertiginoso, originario de la inmigración finisecular.

Aquella Mendoza, vertebrada por familias nativas y extranjeras, es la que explica la emergencia de nuevas formas culturales amalgamadas en el criollismo y el regionalismo, que hizo suyos, y de manera selectiva, estilos y prácticas de danzas, músicos y artistas venidos del Viejo Continente. Un mundo distinto al que habían conocido los antepasados, una sociedad cada vez más poblada de argentinos alfabetizados en virtud del exitoso sistema educativo público fraguado a fines de siglo XIX, y expandido luego por el Estado nacional, y el provincial; una provincia en la que la densidad demográfica, la diversificación económica y la oferta de servicios, vigorizó la creciente urbanización de los oasis irrigados, mediante un tejido de canales y acequias en una mínima porción del territorio provincial, que sólo en décadas recientes superó el 3% .

Una Mendoza política que ya era la misma a la del siglo XIX en tanto la reforma electoral de 1912 había hecho del sufragio masculino, secreto y obligatorio la base del gobierno representativo, y los reformistas liberales habían incluido en la constitución provincial de 1916 los derechos sociales que antes los socialistas habían convertido en ley en el congreso nacional para frenar la protesta anarquista. Un mundo político acechado por movimientos e ideologías antidemocráticas; una vida política provincial convulsa, y dinamizada por tradiciones partidarias rivales, intervenciones federales, golpes militares, fraudes electorales, movilizaciones, huelgas y  represión.

Celebraciones 

El enlace entre el pasado y el presente vitivinícola provincial en sus dimensiones productivas, sociales y culturales se propone entonces como una especie de ventana para vivir la actual vendimia. Una fiesta que regresa cada año desde la iniciativa oficial de 1936, y que se formuló como oportunidad para agrupar la diversidad económica, social y cultural vigente en la Mendoza de los años treinta siguiendo la huella de fiestas ensayadas en otras regiones vitivinícolas.

Para entonces, la industria atravesaba la radical caída del consumo disparada con la crisis de 1930, y la Junta Reguladora había instruido el tristemente recordado derrame de vinos, y la erradicación de viñas para reducir la oferta, y recuperar sus precios a los efectos de incentivar el consumo en los grandes centros urbanos del país, y del tejido de ciudades intermedias de la región pampeana. Esa experiencia quedó impresa en fotografías, diarios, revistas, estadísticas, y sobre todo en la memoria de quienes la vivieron. Ver correr por las acequias bienes sumamente preciados, ameritaba ser acompañada de una celebración oficial en la que la principal actividad económica de la provincia era entronizada para representar el fruto de sus esfuerzos.

Con el correr de los años, las celebraciones vendimiales afianzaron su presencia en el calendario festivo provincial, penetraron en todos sus rincones, radicó su sede en las distinguidas calles de la capital, y en el teatro griego al pie del monumento que evocaba a su héroe, integraron retazos de fiestas populares y devociones religiosas nativas y europeas, combinaron ritmos y danzas folclóricas del paisaje social y étnico argentino con los procedentes del aluvión inmigratorio finisecular, y crearon un nuevo lenguaje estético y espectacular.

Cuánto de nuevo o de viejo hay en cada vendimia constituye un debate siempre vigente. Pero la reiteración y la relativa estilización de su zócalo narrativo y artístico exhibe de manera inmejorable estampas cruciales de las formas selectivas, y estructurales de la configuración de la Mendoza contemporánea, y de sus variados y controvertidos vínculos con la vitivinicultura de ayer y la de hoy.

Por Beatriz Bragoni – Investigadora Principal CONICET. Directora del INCIHUSA.