Divulgación
Día de la diversidad cultural americana: ¿un reconocimiento intercultural?
Pensarnos interculturalmente apunta a generar espacios de encuentro, de diálogo, de apertura hacia "el Otro" que muchas veces ha sido negado, excluido, invisibilizado.
Hacia el año 1992, a 500 años de la Conquista de América, comenzó a hacerse un balance en función de los procesos de reconocimiento de las diferentes culturas americanas. Surgió la pregunta por la diversidad característica de la cultura americana y por cómo esta constituye su identidad.
Desde una perspectiva de la filosofía llamada intercultural se piensa en los procesos que se dan en los encuentros “entre” culturas. ¿Qué sucede cuando me encuentro con Otro, con un ajeno, con alguien diferente? La mayor parte de las veces el Otro diferente se presenta como una amenaza, pues nunca se sabe de qué forma actuará. También se vive como motivo de conflicto, ya que su presencia viene a amenazar la seguridad, la identidad firmemente establecida.
Desde la filosofía intercultural se cuestionan las actitudes de miedo y rechazo, pues siempre nos constituimos socialmente. Construimos nuestra identidad siempre en relación con otro, con alguien diferente, que nos sirve para situarnos, para medirnos, para compararnos y, en función de ello, desarrollarnos.
En otra línea de ideas, se han presentado discursos que atienden a las mismas temáticas, pero que se encuadran en lo que se conoce como multiculturalismo. Estas perspectivas, que surgen producto de la globalización, promueven la tolerancia o aceptación de las culturas diferentes.
El inconveniente de esto es que se plantea desde un ámbito discursivo, sin generar con ello políticas concretas de puesta en diálogo entre las culturas afectadas. Se fomenta una convivencia pacífica, pero cada quién debe permanecer en su sector, en su barrio, con sus reglas, sin generar una interacción para compartir, aprender, desarrollarse, crecer con los otros. Este planteo puede verse plasmado en diferentes casos, como en el canadiense, donde conviven pacífica, pero un tanto aisladamente, las diferentes culturas, que presentan incluso idiomas diferentes (francés e inglés).
Otro caso mucho más cercano lo encontramos en Mendoza, con los huarpes. Podríamos preguntarnos si es que acaso hay una vinculación real, estrecha, cercana, con la cultura huarpe, propia de esta zona, antes de la llegada de los españoles. Creemos que en el mejor de los casos hay una aceptación de su cultura, pero siempre que permanezcan en sus territorios, sin invadir demasiado nuestra cotidianeidad.
Quizás un inicio de inclusión sea un programa que realiza la Universidad Nacional de Cuyo para el ingreso y permanencia de huarpes en la universidad. Esto implica la aceptación de la diversidad en términos concretos, ya que se piensa en becas especialmente para ellos, en tiempos de adaptación diferenciados, en lo que comúnmente se conceptualiza como discriminación positiva.
La idea central de pensarnos interculturalmente apunta a generar espacios de encuentro, de diálogo, de apertura hacia el Otro, esos Otros siempre presentes en la diversidad americana, pero que muchas veces han sido negados, excluidos, invisibilizados.
Aunque somos seres que nos constituimos siempre en sociedad, nos es inherente también el conflicto que este Otro nos genera. No se puede obligar a nadie a dialogar con el Otro, a abrirse, menos aun a quererlo. Pero sí se pueden propiciar los espacios para que estos encuentros se produzcan y empezar a abandonar así la mera tolerancia distante. Quizás estos espacios nos reencuentren con una diversidad de formas de vida en las que nos sintamos más reconocidos.
Por: Federica Scherbosky – Becaria posdoctoral CONICET