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La Escuela Nacional de Vitivinicultura y los orígenes del Bonarda en Mendoza

Con motivo de celebrarse la Semana del Bonarda, organizada por el Fondo Vitivinícola de Mendoza, Florencia Rodríguez Vázquez, investigadora del INCIHUSA, comparte algunas reflexiones desde la historia.


Foto: elvinonosune.com.ar

Por: Florencia Rodríguez Vázquez – Investigadora adjunta del CONICET en el INCIHUSA

En la actualidad el Bonarda es una de las variedades tintas más cultivadas en Argentina. Si bien durante mucho tiempo se ha utilizado como “vino de corte” por sus altos rendimientos por hectárea y su sobresaliente aporte de color; como varietal se posiciona cada vez más entre los consumidores. Esta marcada tendencia motivó al Fondo Vitivinícola a organizar, desde el año 2021, una semana con diversas actividades que tienen como leitmotiv esta variedad.

¿Pero cuándo comienza el interés por esta variedad de origen italiano y cómo se extendió en Mendoza y en el país? Una primera impresión la arrojan los estudios realizados en la Escuela Nacional de Vitivinicultura, que funcionó desde 1896 en la actual “Enoteca, Centro temático del Vino”. En sus aulas se formaron varios de los enólogos que luego tuvieron un destacado desempeño en numerosas bodegas y realizaron vastos aportes a la vitivinicultura argentina.

Si bien hay una idea muy generalizada de que el Bonarda llegó con las corrientes inmigratorias de fines del siglo XIX, lo cierto es que los escritos técnicos de ese período (de Arminio Galanti, 1900; o el Informe Arata, de 1903) no la mencionan. Incluso hacen referencia a un problema que afectó nuestra vitivinicultura: los conocimientos eran escasos y los viñedos se distinguían solo por denominaciones genéricas, tales como variedades francesas (importadas) y criollas.

Ya en pleno boom vitivinícola, algunos profesores enólogos preocupados por avanzar en la identificación y selección de varietales iniciaron pruebas experimentales con variedades poco difundidas en la región.  Y es allí cuando aparecen los primeros indicios sobre Bonarda en la provincia, en los estudios realizados por la mencionada Escuela. En 1911, Leopoldo Suárez, Director de la Escuela Nacional de Vitivinicultura, mendocino y ex alumno de esta, describió las variedades del viñedo existente en el predio del establecimiento educativo y caracterizó al Bonarda por su alto rendimiento pero escasa aptitud enológica.

Para entonces, algunos bodegueros se abocaron a experiencias similares. En 1910 Arturo Dácomo y Cía (Maipú), bodeguero con premios internacionales y atento a las innovaciones enológicas, elaboraba vino “Tipo Barbera” con “buena salida”. El establecimiento de Agustín Piccione e Hijos (Guaymallén) también ofrecía “Barbera espumante”.

Estos primeros pasos fueron continuados por otros enólogos. José Alazraqui, mientras era Director de la Estación Enológica anexa a la Escuela, retomó los ensayos de selección varietal y vinificación, con resultados auspiciosos. Los mismos fueron presentados por el enólogo en el Congreso Vitícola de Montpellier (Francia, 1911). En esa oportunidad el técnico comentó las variedades con mayor extensión en la provincia y refería que el Bonarda sería una variedad con gran potencial. Como resultado de ese proceso, en 1914 el diario Los Andes anunciaba que la Escuela había elaborado “una variedad mejorada del varietal Bonarda, en general débil en ácido y pobre en extracto”.

José Luis Noussan, otro enólogo graduado de la Escuela y luego docente de la misma, alentó los estudios sobre esas “nuevas variedades” y arribó a importantes conclusiones. “De los resultados conseguidos se puede afirmar que las variedades actualmente cultivadas en mayor escala (criolla y mlabec, cabernet, semillón, verdot) pueden ser substituidas con mucha ventaja por otras nuevas, entre las que se puede citar la Bonarda”, entre otras… Estas novedades fueron difundidas a escala nacional, mediante un informe publicado por el Ministerio de Agricultura de la Nación (1916).

Finalmente, varios técnicos extranjeros se hicieron eco de estas iniciales conclusiones, como Louis Ravaz, quien en 1919 publicó La vigne en Argentine: notes de voyage, y daba cuenta de la paulatina extensión del Bonarda en tierras mendocinas.

Uno de los argumentos más contundentes para alentar el cultivo de esta variedad era la posibilidad de realizar “correcciones naturales” en la vinificación, es decir, mezclar variedades de uvas con diversos caracteres, para evitar la adición de insumos enológicos que por entonces eran importados y  por tanto encarecían la producción. Una práctica que finalmente se extendió para la elaboración de vinos, tal como nos muestran numerosos ejemplos recientes.

Estas líneas dan muestra de las primeras experiencias y resultados preliminares aportados por la Escuela Nacional de Vitivinicultura y de lo que sería un largo derrotero para llegar al posicionamiento del Bonarda en la actualidad.

Publicado en www.elvinonosune.com.ar