Divulgación

La Revolución de los esclavos mendocinos

De "negritos" a protagonistas.


Por estos días, un puñado de organizaciones de afrodescendientes –nativos de Argentina y extranjeros– y de migrantes africanos, desperdigado sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires y con alguna presencia en Dock Sud, Ensenada, La Matanza y la Ciudad de Santa Fe, lleva adelante un trabajo de militancia para resituar a sus comunidades en el imaginario y la memoria nacional argentina.

En sus discursos es común la denuncia de la negación histórica de africanos y afrodescendientes en la sociedad argentina, de la invisibilización de su presencia social y cultural y de una realidad actual de discriminación y desigualdad (esta cuestión ha sido estudiada por el autor en su tesis doctoral: “Representaciones de alteridades ‘negras’, africanas y afrodescendientes, en la sociedad nacional en Argentina”).

Según sostienen los militantes afrodescendientes, algunas de estas concepciones y prácticas se reproducen, por ejemplo, en las conmemoraciones escolares de la Revolución de Mayo. En efecto, entre los niños y jóvenes que están formando su imagen de la nación argentina, los sucesos de mayo de 1810 se rememoran como un hecho histórico en el que los africanos y afrodescendientes son representados exclusivamente como esclavos o criados sin la menor trascendencia histórica: vendedores de velas, de pasteles, aguateros.

Anny Ocoró Loango, quien ha estudiado el tema, sostiene que en estas conmemoraciones, un espacio privilegiado de reconocimiento y construcción de la identidad nacional argentina, los negros no aparecen como tales sino como “negritos”. De este modo, según Loango, cualquier rasgo de rebelión es neutralizado a cambio de producir un personaje pintoresco, un sujeto incapaz de intervenir en el presente.

Ilustración: Soldado de castas. Soldado afromendocino de los ejércitos patrios. Ilustración de Enrique Guerrero, mayo de 2016.

Contrariamente a lo que sugieren esas representaciones, la historiografía relativa a la participación de los sectores populares en la revolución que abrió camino hacia la independencia ha mostrado que los esclavos y los negros libres pudieron interpretar la coyuntura revolucionaria como una oportunidad para alcanzar su libertad o para integrarse a la “patria naciente” en mejores condiciones sociales que las vividas en el período colonial.

En esta línea de análisis, la historiadora Beatriz Bragoni ha restituido con buen grado de detalle un plan de levantamiento de esclavos pergeñado en Mendoza en mayo de 1812, a través del cual los negros pretendían exigir su libertad y su incorporación a los ejércitos patrios. El plan fue frustrado a partir de delaciones y de la lectura del expediente criminal surge que el hecho fue calificado como “la revolución de los esclavos”.

Acontecimientos semejantes se vivenciaron en los meses previos y muy cerca de la Ciudad, en Santiago de Chile, cuando, en octubre de 1811, al tomar conocimiento de la declaración de la ley de vientres y de la prohibición del ingreso de esclavos en ese país, un grupo de esclavizados se animaron a reclamar colectivamente su libertad y recurrieron a un representante legal para solicitar ese derecho al gobierno, a cambio de sus servicios en las armas.

Pero el hito de la revolución de los negros por antonomasia, y con resonancia en el expediente contra los negros mendocinos, remitía a la isla de Haití, con un proceso de emancipación que comenzó hacia 1790 y se extendió hasta la declaración de la independencia en 1804. Ese acontecimiento perturbaba sobremanera la imaginación de los propietarios de esclavos y de los gobiernos que sostenían la esclavitud en el mundo hispanoamericano.

En Mendoza, los negros esclavos y libres sumaban 4456 personas y así constituían el 33 % de la población en 1812, por lo cual un acontecimiento político tal como un levantamiento armado de una parte de esta población no pudo menos que hacer temblar las fibras nerviosas del poder local: el teniente gobernador de la ciudad, coronel José Bolaños, suspendió inmediatamente las celebraciones públicas de conmemoración del “cumpleaños de la Patria”. Las familias de la élite política y económica mendocina optaron por abandonar la ciudad para refugiarse extramuros; asimismo, se ajustaron los controles sobre los comportamientos de los esclavos.

De los expedientes judiciales se desprende que los esclavos involucrados fueron organizados por Joaquín Fretes, un negro libre emigrado de Santiago de Chile, y por Bernardo, un esclavo mendocino, quienes se valieron de escasos recursos materiales y de un cúmulo de relaciones para reunir voluntades y armas, movilizados con la proclama: “Viva la patria, viva la unión y nuestra excelentísima Junta del Río de La Plata y nuestra amable libertad. Viva. ¡Viva!”. En otra instancia, una vez encarcelados los sospechosos, extraídos los testimonios de testigos y las declaraciones de los imputados, los argumentos esgrimidos por las partes en el proceso judicial pusieron en acto la discusión y las variaciones que atravesaban en esa coyuntura los sistemas normativos heredados de la colonia a raíz del giro revolucionario.

Esta y otras iniciativas, que evidencian prácticas de resistencia y de ejercicio de poder de los esclavos, aunque sea a un nivel micro-social, para procurar su libertad civil, nos han permitido plantear la hipótesis de que el cambio político, vinculado con un nuevo principio de legitimación y autoridad, junto con algunas innovaciones jurídicas promovidas por los patriotas liberales, constituyeron una coyuntura favorable para que los esclavos y libertos desplegaran argumentos y estrategias orientadas a sepultar el estatus jurídico del régimen colonial e irrumpir en la arena política emergente.

En este sentido deben interpretarse también algunas iniciativas individuales, que fueron in crescendo durante la década revolucionaria de 1810, como la apelación a demandas judiciales –en su mayoría de mujeres esclavas–, utilizando recursos legales del sistema para exigir pacíficamente un mejor trato de los amos o el otorgamiento de la libertad para ellas o sus familiares. Incluso es posible pensar que la guerra de la independencia, con la incorporación masiva de negros cuyanos esclavos al Ejército de los Andes a cambio de su libertad, profundizó el surco de expectativas de los afromendocinos en torno de ese preciado derecho, abierto por la revolución de mayo de 1810 y removido en Mendoza por los propios esclavos en mayo de 1812.

Por: Gabriel Morales – Becario posdoctoral CONICET