Divulgación

La obsidiana, un bien preciado entre los antiguos habitantes de Cuyo

Este vidrio natural de origen volcánico fue utilizado y valorado por diversas sociedades a lo largo de la historia, no solo para herramientas, sino también para símbolos de prestigio, ofrendas y bienes de intercambio. Columna del Comité de Divulgación Científica del INCIHUSA.


Por: María Laura Salgán, investigadora del CONICET en el IDEVEA; IAyE-FFyL, UNCUYO.

Las antiguas sociedades cazadoras y recolectoras de la región de Cuyo utilizaban flechas, lanzas y cuchillos de obsidiana, no solo como herramientas, sino también como símbolos de prestigio, ofrendas y bienes de intercambio. Hoy, su presencia incluso en lugares alejados de volcanes nos revela la rica historia de estos antiguos paisajes habitados.

La obsidiana, un vidrio natural de origen volcánico, ha sido utilizada y valorada por diversas sociedades a lo largo de la historia debido a sus propiedades únicas. Esta roca es dura, frágil pero tenaz, y sus bordes afilados son extremadamente cortantes. Aunque suele ser de color negro, también puede presentar tonos grises, rojizos, transparentes y marrones, entre otros.

En Mendoza, los movimientos de la corteza terrestre han creado ambientes ideales para la formación de volcanes, que pueden expulsar obsidiana en el momento de su erupción. Hace 8000 años, las sociedades que habitaban el sur mendocino ya conocían la disponibilidad de esta roca en los Andes, especialmente en la zona de los volcanes –aún hoy activos–, como Azufre-Peteroa (obsidiana conocida como “Las Cargas”) y laguna del Maule, ambas ubicadas en el actual departamento de Malargüe y cercanas al límite internacional con Chile. Este conocimiento permitió a los grupos humanos intercambiar y trasladar herramientas de obsidiana a distintos puntos del oeste argentino, recorriendo distancias que superan los 500 km, en el norte de Mendoza, San Luis y La Pampa.

El uso de la obsidiana se intensificó notablemente en los últimos 2000 años, principalmente para fabricar herramientas talladas, trabajadas en ambas caras, como puntas de proyectil, cortantes y cuchillos. Este aumento en su uso se debe a la expansión de redes de comercio e interacción, así como a la necesidad de producir armas para la defensa frente a conflictos interpersonales y disputas de territorios.

Los estudios arqueológicos han permitido identificar el origen geográfico de obsidianas combinando trabajos de campo con trabajos de laboratorio mediante el empleo de técnicas avanzadas de análisis geoquímicos. Estas técnicas, como el análisis de activación neutrónica y la fluorescencia de rayos X, permiten determinar la composición química específica de la obsidiana y revelar detalles sobre su origen volcánico, como si de un ADN mineral se tratara. En cada erupción, el volumen de obsidiana eventualmente generado tendrá la misma composición geoquímica. Esta composición es particular de ese evento y generalmente se diferencia de las formaciones de obsidiana de otros volcanes. Por ello, es posible identificar cada pieza tallada encontrada en un sitio arqueológico con su origen geográfico, lo que permite conectar afloramientos naturales con sitios arqueológicos.

Investigaciones recientes han identificado seis principales lugares para la obtención de obsidiana en Mendoza: tres en la cordillera de los Andes (laguna del Diamante/Paramillos, Las Cargas y laguna del Maule) y tres en la planicie (El Peceño, Coche Quemado y Zaino). Los más utilizados y con registros antiguos son los sitios de obtención cordilleranos Las Cargas y laguna del Maule.

Circuitos y rutas de intercambio en ambientes extremos

En los ambientes extremos de alta montaña y en los desiertos volcánicos de Payunia, la obsidiana era un recurso altamente valorado, transportada por los humanos desde los volcanes, donde se encuentra naturalmente, hasta los talleres de talla, uso y descarte. Incluso luego del descarte, estas herramientas muchas veces eran reacondicionadas y reutilizadas para obtener el máximo provecho de sus virtudes.

La tecnología lítica es una de las especialidades de la arqueología que busca conocer y reconstruir cómo las sociedades del pasado utilizaban y gestionaban el uso de las rocas. Consiste en reconocer las diferentes etapas necesarias para transformar –por talla manual– una roca natural en un instrumento terminado; estas herramientas formaban parte de una especie de “caja de herramientas” que les permitía a los grupos humanos confeccionar armas para cazar, cortar, curtir cueros, moler granos y hasta confeccionar ornamentos, tales como: cuentas de collar, tembetás (adornos faciales), aros, etcétera.

Las “Aldeas de Altura” son sitios ubicados en la cordillera por sobre los 3000 m s.n.m. con restos de estructuras pircadas circulares que servían de habitación, y habrían sido ocupados de forma recurrente en los últimos 1600 años. Aquí, las sociedades móviles se abastecían de obsidiana e intercambiaban productos con grupos provenientes del lado occidental de la cordillera. En este sector de los Andes, la obsidiana de Las Cargas y laguna del Maule circulaba de sur a norte como bloques naturales, preformas y herramientas acabadas.

En ambientes marginales, como los de Payunia, la obsidiana permitió reconstruir historias de conexiones y fronteras. Se pudo identificar la conexión entre la cordillera y la planicie en distancias que superan los 200 km para la obtención de la obsidiana de laguna del Maule y de los rodados de obsidiana presentes en los ríos Barranca-Colorado. Por otra parte, la ausencia de obsidiana en El Peceño, ubicada en la planicie este y próxima al cerro Nevado, sugiere posibles diferencias territoriales o restricciones en el acceso a este recurso, dada su ausencia en sitios próximos de Payunia y su distribución preferencial hacia el centro y este de la provincia.

Puntas de proyectil de obsidiana. Foto: María Laura Salgán

 

La obsidiana, entre inkas y cazadores-recolectores 

Hace unos 500 años, en el centro de Mendoza, pequeñas aldeas eran habitadas y dejaban cerámicas incaicas, restos de plantas cultivadas y herramientas de obsidiana y cuarzo. Estos asentamientos representaban la frontera sureste de la expansión del imperio incaico en Cuyo. Se encontraron obsidianas procedentes tanto de la cordillera, recorriendo entre 200 km (Las Cargas) y 300 km (laguna del Maule) a los sitios, como de la planicie, distante 210 km (El Peceño). Los territorios donde se emplazan estos volcanes eran habitados por cazadores-recolectores. Esta conexión demuestra los vínculos entre sociedades con modos de vida muy diferentes, pese al no avance del imperio hacia los territorios del sur.

El estudio de la tecnología lítica, y en particular la historia de uso de la obsidiana, nos permite seguir los pasos y trayectorias de las antiguas sociedades, descubrir conexiones entre ambientes distantes, vincular sociedades de diferentes latitudes y modos de vida, y reconocer zonas transitadas que aún no cuentan con registros arqueológicos certeros de ocupación.

*Agradecimiento a los pobladores y puesteros de San Rafael, General Alvear y Malargüe, por la colaboración y hospitalidad recibidas en los trabajos de campo. Las investigaciones se realizan con financiamiento de CONICET y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.