Divulgación
Estudio arqueológico revela la vida doméstica de indígenas puelche en la frontera sur de Mendoza
Una investigación en Cormallín, en Paso de las Carretas, San Carlos, permite evaluar el impacto de las relaciones coloniales con las reducciones puelche que se crearon para asegurar el control fronterizo. Columna del Comité de Divulgación Científica del INCIHUSA.
Por: María José Ots, investigadora del CONICET en el INCIHUSA / FFyL – UNCUYO y Martína Machado, IMESC, IDEHESI-CONICET; IAyE-FFyL – UNCUYO*
Una investigación en Cormallín, Paso de las Carretas, San Carlos, permitió evaluar el impacto de las relaciones coloniales con las reducciones puelche que se crearon para asegurar la frontera. Entre varias documentaciones, una revisión crítica de las fuentes revela que los episodios violentos están sobrerrepresentados y sesgados. Por otro lado, desde el INCIHUSA iniciaron investigaciones arqueológicas en esa área con el propósito de estudiar la vida cotidiana de las poblaciones reducidas, las relaciones interétnicas y la construcción del paisaje social.
A partir del siglo XVII, el territorio del Valle de Uco se incorporó como periferia rural a la colonia española en la ciudad de Mendoza. El interés imperial, en principio, fue la apropiación de mano de obra indígena a través de la encomienda, con sus consecuentes cambios demográficos (despoblación, desestructuración de las comunidades, reasentamientos). Este proceso fue acompañado con la adquisición del territorio mediante mercedes reales, a partir de las cuales se establecieron estancias ganaderas en el área.
Las prácticas de resistencia y adaptación al colonialismo que adoptaron las poblaciones indígenas de la frontera incluyeron incursiones a las estancias para el robo de ganado. A mediados del siglo XVII, algunas de estas estancias se abandonaron debido a esta amenaza y la frontera se retrajo del río Diamante al río Tunuyán. La estrategia de control fronterizo durante los siglos XVII y XVIII consistió en el establecimiento de reducciones o pueblos de indios, a los que se otorgaban recursos (tierras, animales) a cambio del cuidado de la frontera y del aviso en caso de invasiones.
Hacia 1680, la parcialidad puelche chiquillan, luego de un acuerdo de paz con las autoridades de Mendoza, fue instalada en el Paraje de Cormallín (Paso de las Carretas, San Carlos). El paraje se localiza en torno a una vega en las proximidades del arroyo Papagayos. Son frecuentes las referencias a esta localidad y otros asentamientos en esa cuenca en los documentos entre los siglos XVIII y XIX.
Junto a 70 familias de indios pampas que se asentaron posteriormente en la zona del arroyo Papagayos, los puelche chiquillan tuvieron la función de amortiguar las incursiones de otras parcialidades puelche, pehuenches y araucanas. Otras reducciones puelche se instalaron hacia el este por la travesía del río Tunuyán, en Reducción (Rivadavia) y Corocorto (La Paz).
La interacción de estos indios reducidos con los hispano-criollos se conoce a partir de documentos en los que se registraron las denuncias de los estancieros del Valle de Uco por robos de ganado o disturbios. Otras actividades económicas indígenas desempeñadas frecuentemente, como potreadas, cría de ganado e intercambio de animales (tanto con las poblaciones cristianas como entre parcialidades) tienen una menor visibilidad documental, ya que, por su misma naturaleza, no sirvieron de fundamento para acompañar los relatos de los “malones”. Sin embargo, existía entonces un comercio asiduo y de pequeña escala que consistía principalmente en la producción de sal y ponchos por parte de las parcialidades puelche y pehuenche del sur de Mendoza, que intercambiaron por vino, trigo y otros comestibles. Además, se dedicaron a la cría de ovejas, animales que también servían para intercambiarlos por otros alimentos.
Esa dinámica de interacciones no siempre fue bien comprendida. La construcción del discurso nacional desde fines del siglo XIX se sustentó en una descripción violenta de la frontera y de las relaciones interétnicas. La perspectiva que se impuso fue la del avance de la frontera interna a partir de acciones militares defensivas ante la inminencia del ataque indígena y un “estado” de constante inseguridad.
La reconstrucción actual de los procesos históricos mediante datos documentales y arqueológicos advierte la inexactitud de estos relatos y la necesidad de tener en cuenta las distintas coyunturas en las que desplegaron su agencia política tanto hispano-criollos como indígenas. Una revisión crítica de las fuentes revela que los episodios violentos están sobrerrepresentados y sesgados, ya que fueron relatados desde el punto de vista de los funcionarios que se encargaron de mantener la seguridad de las fronteras. Asimismo, en las últimas décadas, los estudios de frontera han demostrado que la política colonial y las relaciones interétnicas fueron cambiando a lo largo del tiempo, por lo que resaltan las contribuciones de investigaciones acotadas en escalas temporales y espaciales, enfocadas en la dinámica de las relaciones cotidianas.
Por nuestra parte, recientemente iniciamos investigaciones arqueológicas en el área de Cormallín con el propósito de estudiar la vida cotidiana de las poblaciones reducidas, las relaciones interétnicas y la construcción del paisaje social. Los resultados preliminares de las excavaciones identifican actividades realizadas entre los siglos XII y XVII, lo que demuestra una reocupación de larga duración por parte de grupos con las mismas tradiciones tecnológicas, ya que no se reconocen cambios en la tecnología lítica y cerámica entre las ocupaciones pre y poscoloniales. En consonancia con los datos que aportan las fuentes históricas, en el nivel fechado en 1640±15 años AP, se identificaron restos zooarqueológicos de fauna introducida en América por los europeos (ovejas y/o cabras, vacas); sin embargo, el consumo continuó fuertemente orientado a la fauna silvestre (principalmente, guanaco y armadillo –piche– y huevos de ñandú). Igualmente, los vegetales recuperados carbonizados corresponden exclusivamente a especies silvestres (algarrobo).
El registro arqueológico nos permite conocer detalles que no describen las fuentes escritas. Como vemos, en este caso, el impacto de las relaciones coloniales sobre la vida doméstica de las poblaciones reducidas no fue muy significativo, como manifiesta la continuidad de las prácticas de subsistencia y la ausencia de bienes de origen europeo en los sitios: salvo unos pocos restos de ollas y cuencos de cerámica vidriada (de tradición europea, pero producida en Mendoza), no se encontraron objetos de metal, vidrio o lozas.
Esta situación cambió a fines del siglo XVIII, cuando los objetivos imperiales y las dinámicas sociales y económicas más allá de la frontera modificaron su configuración, con la instalación de fuertes y otros dispositivos de control, la concentración de población multiétnica en villas, la ampliación de los circuitos comerciales y la concertación de nuevos acuerdos interétnicos.