Divulgación

Maestras rebeldes, sediciosas y temerarias

Conflicto del magisterio mendocino en 1919.


Por: Matías Latorre.

Hace 100 años en Mendoza, el voto popular consagraba como gobernador al radical José Néstor Lencinas (“el Gaucho”). Mediante un discurso nacionalista y antioligárquico, pretendía poner fin a una época hegemonizada por los gobiernos conservadores, instalando una forma de acercamiento político con las clases populares con el fin de alejarlas de las experiencias y tendencias ideológicas anticapitalistas que eclosionaban en esos años.

Sin embargo, entre los meses de marzo de 1919 y enero de 1920 se gestó uno de los conflictos sociales más emblemáticos de la historia provincial y nacional, protagonizado por el magisterio mendocino. A partir de reclamos en torno a la inestabilidad laboral y jubilatoria, la desprotección legal y el atraso crónico en el pago de los salarios –que para ese entonces sumaban ocho meses–, un grupo de maestras y maestros se organizaron sindicalmente.

Así surgió primero la Agrupación cultural-gremial IDEA y, a los pocos días, “Maestros Unidos” (MU), que no tardó en ingresar a la Federación Obrera Provincial, lo que implicó su inmediata incorporación a la Federación Obrera Regional Argentina, de corte sindicalista. De ese modo se convirtió en el primer sindicato docente del país en ingresar a una central obrera.

Por esos años, el magisterio provincial se componía mayoritariamente de maestras mujeres. El Tercer Censo Nacional informa que para 1914, la provincia de Mendoza contaba con 614 maestras y 115 maestros de instrucción primaria (pública y privada). Estas cifras representaban un 84 % de composición femenina del magisterio, con un total de 729 maestras/os.

Esas mujeres ejercían uno de los escasos trabajos considerados legítimos para ellas, aunque se asentaba sobre un modelo de trabajadoras eficientes, con salarios bajos y sujetas a un fuerte disciplinamiento social y moral. IDEA y MU se asociaron y compartieron varias de sus dirigentes. Entre ellas se destacaron las educacionistas María del Rosario Sansano, Angélica Mendoza y Florencia Fossatti (foto), entre otras.

Declaradas en rebeldía, las maestras “sacaron la escuela a la calle”, pero no lo hicieron solas. En torno a MU se aglutinó un sinnúmero de solidaridades con sindicatos obreros y organizaciones estudiantiles del ámbito local, e inclusive de las pujantes federaciones universitarias del país surgidas bajo el influjo de la Reforma Universitaria de 1918. Durante el conflicto, el magisterio mendocino recibió un fuerte apoyo de la FUBA, FUA, FULP (La Plata), FUC (Córdoba) y la Federación Santafecina.

Pronto sus reclamos eclosionaron como voceros de múltiples injusticias sentidas por los sectores explotados y oprimidos de la provincia. Al tiempo que se forjaban alianzas perdurables, lograron hacerse oír entre los más altos mandos nacionales.

La respuesta gubernamental a los reclamos fue implacable: suspensiones sin goce de sueldo, cesantías, persecuciones, amenazas, represión policial, detenciones e, inclusive, secuestros, además de encierros de maestras y niños/as en calabozos y de una represión que arrojó muertos y heridos. Durante la segunda huelga general provincial y a dos días de su inicio (1.º de octubre de 1919), doce de los principales dirigentes sindicales de la FOP fueron detenidos en la vía pública o secuestrados de sus domicilios por la policía provincial. Fueron conducidos al cuartel de bomberos, permanecieron incomunicados y recibieron golpes, luego los trasladaron ilegalmente al departamento de Lavalle, “conducidos en pésimas cabalgaduras (…) atados (…) privados de agua y comida (…) [padecieron] hasta 7 días en los interminables medanales de las Lagunas del Rosario, hasta aparecer en San Juan, o en Desaguadero”, tal como se menciona en Mendoza 1919: ¡Huelga! El nacimiento de la sindicalización del magisterio mendocino, de Jacinto Vega.

Del espacio privado al espacio público

¿Por qué tal grado de coerción y violencia llevado a cabo por un gobierno que se autopercibía popular? El movimiento de protesta fue tildado de antipatriótico, temerario e inmoral. Por un lado, los ataques buscaron fracturar la “vinculación estrecha [entre] los proletarios de la intelectualidad con los obreros de los oficios”, quienes, bajo el lema “Toda piedra forma pared”, paralizaron en dos oportunidades la ciudad mediante el llamado a huelga general. La primera fue declarada el 4 de agosto y se extendió durante ocho días; la segunda comenzó el 30 de septiembre (cuando el magisterio sumaba 87 días de huelga) y se extendió por siete días. Se trataba de una completa “anomalía”, una experiencia no vivida hasta ese momento por las agremiaciones docentes en el país.

El largo conflicto caracterizado por la fuerte presencia femenina tensionaba los sentidos paternalistas y patriarcales del orden establecido. La prensa oficialista comentaba: “Hoy se alza [la rebeldía] contra la autoridad de la escuela, mañana se alzará contra la del hogar”, tal como cita Rodolfo Richard Jorba en “El relato populista y la realidad. La primera y mayor huelga del magisterio mendocino”.

El abandono del ámbito privado (hogar-escuela) y la irrupción en el espacio público a través de manifestaciones (calles, plazas) otorgaban a las mujeres-maestras una gran visibilidad y les permitían ensayar grados crecientes de participación, organización y dirección en espacios político-gremiales que hasta ese momento eran ocupados principalmente por varones.

Debido a que la mujer carecía de derecho al sufragio, el gremio docente era considerado débil, pues no ejercía un peso electoral. Sin embargo, durante el conflicto, las maestras lograron fortalecer canales de participación e incluso que la lucha en las calles fuera acompañada por sus estudiantes, padres y madres.

La decisión de continuar con el dictado de clases durante el conflicto, no en la escuela, sino en locales sindicales y en sus propias casas, permitió combinar formas híbridas de lucha e incorporar una educación popular surgida de las demandas de familias trabajadoras. Inclusive, las “señoritas delegadas” ampliaron su participación activa en asambleas sindicales, mítines y giras por diversas provincias del país pronunciándose a favor del sufragio femenino.

Así, el accionar de las maestras mendocinas tuvo la osadía de poner en cuestión las funciones sociales “naturales” de la mujer y de rebelarse ante una institucionalidad escolar considerada despótica, al tiempo que disputaba sentidos en torno de la patria, sobre la base de lo que consideraban justo.