Divulgación
Dimensión histórica vs. Banalización del paisaje
El estudio de la evolución histórica (dimensión histórica) del paisaje vitivinícola nos permite comprender la lógica estructurante del territorio acontecida a lo largo del tiempo, fuertemente imbuida de las exigencias productivas, económicas, sociales, técnicas y políticas de las épocas vitivinícolas.
El análisis de la dimensión histórica del paisaje del vino en los departamentos actuó como una guía-herramienta de identificación y lectura tanto de los elementos-huellas identitarios de las etapas pretéritas del paisaje, como también de las nuevas intervenciones y su viabilidad ante el carácter del paisaje.
Por lo tanto, el conocimiento histórico del paisaje nos permitió detectar las transformaciones actuales que tienden a banalizar el paisaje vitivinícola por encontrarse descontextualizadas de su espacio-tiempo fuera de la dinámica natural y cultural del paisaje vitivinícola del Área Metropolitana de Mendoza.
En efecto, este es el caso de los barrios privados construidos en la superficie cultivada y con posibilidad de riego. Este elemento integrante del paisaje actual vitivinícola, y en pleno auge y desarrollo, no sólo afecta en el aspecto visual y percepción social. En ellos, el agravante es la implantación en zona de riego y tierras agrícolas que son escasas en una zona desértica de oasis, y las dificultades en torno a la provisión de servicios básicos y conflictos con zonas que contaban con agua de irrigación, por la obligación de la redirección del servicio.
A ello se suma el cambio sobre el microclima con la introducción de mayor superficie construida en ladrillo y hormigón, que eleva las temperaturas medias en zonas de cultivo vitivinícola de alta calidad y afectan, de esta manera, a la producción.
El cambio de los usos del suelo de agrícola a habitacional, es decir, el avance urbano sobre las áreas rurales de una manera desordenada y sin control, en la actualidad supera la totalidad de las parcelas rurales. Esta situación pone de manifiesto que el avance en el cambio del uso del suelo está deteriorando el equilibrio del uso de la tierra y el agua en una provincia con un escaso 3 % del territorio con posibilidad de riego, según la Dirección General de Irrigación. Lo más grave es el riesgo, al perder superficies extensas de terrenos cultivables, de poner en peligro el “pulmón verde” fundamental para garantizar la calidad de vida de la sociedad presente y futura.
Todo ello hace que intervenciones de este tipo pongan en riesgo no sólo el carácter identitario del lugar sino el recurso ecológico, entre otros que posee el paisaje analizado. En contraposición, otras modificaciones que está sufriendo el paisaje vitivinícola, como la tala de árboles en los márgenes de las calles en función de agrandar la vía de circulación y la impermeabilización de la red de infraestructura de riego para optimizar el caudal de agua y que el riego llegue lo más lejos posible en el territorio, no se contraponen a la lógica estructurante del mismo (sistema de la vid y el vino).
Esto nos motiva a considerar que son cambios propios de la evolución productiva del territorio, ya que estamos hablando de paisajes activos en pleno funcionamiento e inserción productiva y económica en la actualidad. Esta realidad nos enfrenta a tratar de optimizar las obras en su estética para no barrer con la imagen del lugar y encontrar un equilibrio entre tradición y progreso, sin detenerlo. Para ello, es fundamental el trabajo interdisciplinario de los diversos actores vinculados con el paisaje.
En síntesis, y en función de la investigación efectuada desde el marco de la conservación sobre el paisaje vitivinícola del Área Metropolitana de Mendoza, es que sostenemos que la dimensión histórica del paisaje nos permite detectar y enfrentar a la banalización del mismo. De esta manera, queda de manifiesto una relación conceptual dimensión histórica versus banalización del paisaje que puede ser utilizada como herramienta para el análisis del mismo.
Barrio privado Rincón de Aráoz, Luján de Cuyo. Foto: Lorena Manzini.
Por Lorena Manzini – Investigadora Asistente CONICET