Divulgación
La escritura en tiempos de revolución
El período comprendido entre la formación de la Primera Junta, constituida el 25 de mayo de 1810, y la Declaración de la Independencia, realizada el 9 de julio de 1816, representó una verdadera transformación de lo que había sido hasta entonces el Virreinato del Río de la Plata como parte del Imperio español.
Se lo ha denominado con la expresión de “período jacobino”, no ciertamente de modo preciso, ya que este proceso difiere bastante de ese momento convulsionado de la Revolución Francesa en muchos aspectos, especialmente en el hecho de que se trataba de una revuelta contra un régimen colonial y así lo atestiguaban muchos de sus protagonistas intelectuales cuando intentaron inscribir el cambio que promovían dentro del ciclo de las revoluciones modernas.
Un tema que ha sido objeto de revisión por parte de la historiografía de esa etapa se refiere al sustrato de ideas que acompañó a la lucha por la emancipación emprendida en esa coyuntura. En parte, lo que se ha puesto en cuestión consiste en la ausencia de un cuerpo doctrinario que precediera al movimiento de insurrección iniciado en 1810, o también, cuando ya se desencadenó este acontecimiento, la disparidad existente en los discursos que trataron de darle una dirección determinada.
Por cierto que ambos señalamientos poseen una validez relativa, que se puede constatar en los textos y documentos de esa época. Por otra parte, la circulación de escritos que sirvieron de fundamento a la revolución, ya sean extranjeros o producidos localmente, no podía darse más que en forma clandestina durante un régimen con una férrea censura.
Igualmente es notable el cambio una vez que comenzó la insurgencia, con la aparición pública de autores, libros y doctrinas iusnaturalistas, contractualistas, de la Ilustración, el republicanismo y el liberalismo. En este marco dado por la difusión de distintas concepciones filosóficas y políticas que justificaban la marcha del proceso revolucionario, es posible advertir la diversidad de fuentes ideológicas a las que se recurrieron y el contraste entre las posiciones adoptadas para interpretar la propia realidad desde las mismas.
Si fijamos la atención en el sector que fue más activo desde el punto de vista intelectual, se encuentra un intenso debate de ideas, mediante el cual se incorporó un conjunto de conceptos novedosos en el lenguaje político de la época. En particular, nos interesa repasar algunos hechos significativos respecto de las prácticas de escritura que se presentaron durante esos primeros años de la revolución independentista por parte de un sector radicalizado que se asocia a los nombres de Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli y Bernardo Monteagudo.
El medio de difusión de las nuevas doctrinas fue principalmente la prensa, que había sido instaurada recién a partir de 1801 en el virreinato y aún hacia 1810 sólo se editaban siete periódicos en la única imprenta existente. Este tipo de literatura periódica estuvo relacionada con la creación de sociedades de carácter ilustrado, ya sea que se llamaran patrióticas, económicas o literarias, al modo en que se dieron en otras latitudes y que daban cuenta, en el caso rioplatense, de una secularización de la cultura y la ampliación del círculo letrado.
Belgrano publicaría artículos para contribuir al desarrollo de la agricultura, cercano a la corriente fisiocrática, en elSemanario que salió entre 1802 y 1807; Moreno fundó la Gaceta de Buenos Aires apenas comenzada la revolución y desde sus páginas ofreció las bases de lo que debía ser su organización democrático-republicana; otro tanto haría Monteagudo cuando sucedió a este último en ese periódico y editó, además, Mártir o libre en 1812, donde planteó la necesidad de declarar la independencia, e inmediatamente apareció El grito del Sud.
Por medio de estas publicaciones se conformó un espacio inédito hasta esa época, que tenía que ver con la deliberación de asuntos en la esfera de la opinión pública.
Foto: Encabezado del Acta del 25 de mayo de 1810. Fuente: Archivo General de la Nación.
Asimismo, cabe acotar que seguía siendo entonces un ámbito delimitado a un sector minoritario, dada la amplia mayoría que componía la población analfabeta. Un dato llamativo acerca del modo en que se intentaba sortear esta dificultad es el hecho de que Moreno dispuso mediante una circular que la Gaceta fuera leída después de misa, especialmente en la campaña, lo cual revela la misión de pedagogía cívica asumida desde la prensa.
Un caso similar, aunque referido a la participación política de otros sectores, se encuentra en la actuación de Castelli cuando dirigía el ejército que combatía en el Alto Perú (actual Bolivia). En esa circunstancia llevó el mandato de la Junta para la elección de diputados indígenas al congreso, que Castelli instrumentó autorizando la votación oral y de acuerdo con la propia organización comunitaria. En esta política de los morenistas, que se mostró inclusiva respecto de la población indígena, se destaca la publicación de algunos documentos públicos y del nuevo gobierno en lenguas nativas, tal como se dio con las resoluciones de la Asamblea del Año XIII, que fue traducida al quechua, aymará y guaraní, al igual que lo sería luego la Declaración de Independencia.
Como hito relevante de los objetivos revolucionarios, la Asamblea sancionó, entre otras medidas, la representación nacional y la soberanía del pueblo, derogó los tributos y servicios personales de los indios, proclamó la libertad de vientres y prohibió el tráfico de esclavos, decretó la libertad de imprenta y suprimió las torturas y la Inquisición.
En las páginas publicadas a partir de esas sesiones quedaron delineados los principios de gobierno que respondían a formas democráticas e igualitarias, así como puede decirse que constituye un claro antecedente de la reivindicación de los derechos humanos.
Las finalidades que no llegó a concretar fueron la sanción de una constitución, que se obtuvo recién pasada la mitad del siglo XIX, y la ruptura definitiva con el Imperio español, proclamada unos años más tarde. Igualmente, el objetivo de la independencia –es posible afirmar– resulta necesario comprenderlo como siempre renovado en la trayectoria seguida por la vida política nacional. La traducción en una escritura libertaria de ese anhelo ha sido un desafío permanente desde el momento de la revolución hasta nuestros días.
Por Dante Ramaglia – Investigador Adjunto CONICET