Divulgación

Un primero de mayo, pero ochenta años atrás

Corría el año 36 en Mendoza, fecha resaltada por la historiografía ya que se festejaba por primera vez la Fiesta de la Vendimia. A la celebración inicial, realizada en la rotonda del Parque San Martín, asistieron una mañana de abril unas 10 mil personas. Pues bien, otras cosas pasaban en nuestra provincia y, dos semanas después, congregaban la misma o mayor cantidad de gente.


La década del 30 fue una de profundas transformaciones. Los efectos del derrumbe de la bolsa de Wall Street en 1929 se hicieron sentir en nuestro país, con la modificación de su estructura productiva y social. Con la instalación de nuevas fábricas que buscaban proveer de aquello que ya no se podía importar, no sólo se diversificaba el tradicional modelo agroexportador, sino que se trasmutaba el paisaje urbano, que se llenaba de quienes venían del campo a la ciudad buscando mejorar sus condiciones de vida.

Sin embargo, los trabajadores no sólo aumentaban en número. Las demandas contra la desocupación primero, y luego por lograr mejores salarios y condiciones de trabajo, como el reconocimiento de sus organizaciones, los fortaleció en términos identitarios. Si a comienzos de la década el panorama era de manifestaciones de desocupados y saqueos a comercios, hacia mediados nos encontramos con un incremento en el número de huelgas y huelguistas. Sus luchas, como la huelga general insurreccional de inicios de 1936, otorgaban a la clase obrera un lugar cada vez más destacado en la escena nacional, imposible de negar inclusive para los gobiernos conservadores de la Década Infame, que debieron comenzar a atender sus reclamos.

Despertar Obrero (órgano oficial de la FOPM), Año I, Nº 5, Mendoza, diciembre de 1932.

Mendoza no fue ajena a este proceso. A los efectos de la crisis económica mundial se sumaron los de una pronunciada crisis vitivinícola. Frente a la extensión que adquirió la desocupación, inicialmente las energías obreras estuvieron abocadas a lograr la sanción de una Ley del Despido. La base económica de la provincia también se amplió durante los 30 con la aparición de, entre otras, la actividad minero-industrial (cemento y petróleo) y la paulatina diversificación de la agroindustria alimentaria. Cementeros y obreros de la construcción fueron protagonistas de importantes conflictos laborales, acompañados por las y los trabajadoras/es vitivinícolas, madereros, de la alimentación, comercio, transporte y del magisterio.

Entre asambleas, manifestaciones y huelgas, la lucha se dio en torno a reclamos por mejoras en las condiciones de trabajo, convenios colectivos, aumentos salariales y por el cumplimiento de la legislación laboral. Gobierno y patronales se esforzaron por entorpecer el proceso organizativo obrero (recurriendo a despidos, creando organizaciones gremiales que le eran afines o a través de la represión), puesto que la fuerza que aquellos iban adquiriendo representaba un peligro cada vez mayor para los intereses capitalistas. Justamente a raíz de una huelga de los trabajadores vitivinícolas en abril del 36, el Ejecutivo provincial a cargo del conservador Guillermo Cano dictó un decreto que pretendía reglamentar la organización y funcionamiento de los sindicatos –léase: prohibir las huelgas–. Todo esto en realidad llevó a mayores niveles de unidad y solidaridad con los obreros despedidos y con otros gremios y sectores en conflicto, por la defensa del derecho de agremiación y protesta. Las ideas y prácticas de comunistas y socialistas tenían un alto predicamento en los sindicatos de la época.

La Libertad, Mendoza, 01/05/1936, p.5.

En este marco, la conmemoración por el Día del Trabajador cobraría gran significado. El diario La Palabra hablaba de “un éxito rotundo” (02/05/36, p.4). Unos 15 mil trabajadores participaron de los distintos actos para homenajear la lucha de los Mártires de Chicago en su quincuagésimo aniversario.

Los mítines y manifestaciones eran muy numerosos y se desarrollaban en los distintos departamentos de la provincia. Inaugurando las celebraciones, la noche anterior se presentó la obra de teatro Hombres que luchan en el Teatro Israelita, y dirigentes obreros brindaron una serie de conferencias sobre el significado de esa fecha histórica.

El viernes 1.º, una caravana de automóviles repartía volantes tanto por el centro de la ciudad como en los barrios vecinos, invitando a los distintos eventos. Se produjeron concurridas concentraciones que luego confluyeron en el acto central. Este ocurrió en un lugar de encuentro emblemático para los trabajadores de entonces, la esquina de Córdoba y San Martín. Era un acto de unidad, organizado por el Frente Popular Democrático que conformaban las principales organizaciones obreras y los partidos Socialista, Comunista y Radical.

Una de las columnas más vivaces por sus banderas y carteles provenía de Godoy Cruz, la comuna socialista. Tal era la importancia de la celebración que, como comenta el diario Los Andes, “el coro del Partido Socialista desfilará con uniformes confeccionados especialmente para este acto y entonará las canciones proletarias” (01/05/36, p.4). Y así fue como circuló “una gruesa columna de jóvenes uniformados con chaquetas rojas, un coro y la banda de música que ejecutaba el Himno de los Trabajadores ‘La Internacional’, que cantaban los manifestantes” (R. Vélez, Reseña histórica del 1º de Mayo en Mendoza, p.66). Ya en La Alameda, los numerosos discursos denuncian la situación económica y social de los obreros en la provincia, pero también hacen referencia al contexto político más amplio, a los eventos de fraude y corrupción que tenían lugar bajo el gobierno de Justo y a los acontecimientos más allá de las fronteras nacionales.

Según el diario La Libertad, durante la marcha se produjeron “incidentes sin mayor importancia” (03.05.36, p.5). Efectivamente, los manifestantes repudiaron a dos comercios (la Ferretería Alemana y Casa Birle) que tenían colgados en sus frentes banderas nazis, las que fueron arrancadas y quemadas. Tal era el sentimiento antifascista que acompañaba a los y las trabajadores/as que se había formado una Asociación Femenina Antiguerrera, cuya principal referente era la maestra Florencia Fossatti.

Así, lejos de ser los años de entreguerras un período carente de conflictos y movilización –como han argumentado buena parte de los historiadores que se han dedicado a estudiarlo–, nos encontramos con un movimiento obrero pujante. Las reivindicaciones inmediatas no le hacían perder de vista la solidaridad con sus pares ni aquellas causas que traspasaban el Atlántico. Sus diferencias político-ideológicas no obstaculizaron la búsqueda de la unidad. Ochenta años atrás, el contexto elegido para visibilizar esas consignas era el cincuentenario del Día de los Trabajadores. ¡Qué mejor momento para (re)poner en acto esas banderas que un 1.º de mayo!

Por: Gabriela Scodeller – Investigadora Asistente CONICET