Divulgación
Una jornada de unión: 1 de Mayo de 1968
La celebración del 1.º de mayo de 1968 no fue una más en Mendoza. La efervescencia social, los ecos de revueltas, revoluciones, movimientos libertarios y resistencias en el mundo y en América Latina, en particular, traían en el aire la certeza de cambios profundos, la no resignación, la esperanza (fundada en hechos y sostenida por cuerpos) de un mundo mejor, más justo, con hombres y mujeres nuevas.
En nuestro país, la década del 60 condensa un proceso de creciente radicalización y politización, en el que nuevas prácticas y actores protagonizan una verdadera ofensiva de los sectores populares sobre el proyecto “modernizador-autoritario” de las clases dominantes. Los aportes de la teoría de la dependencia, las definiciones de una nueva iglesia, la aparición de la pedagogía de la liberación y las nuevas lecturas sobre la realidad argentina y el peronismo tuvieron importantes consecuencias en las prácticas de los sectores cristianos, juveniles y en el movimiento obrero.
En lo que respecta a este último, las disputas entre modos diferentes de activar la defensa de los trabajadores organizados cristalizaron en la división de la Confederación General del Trabajo (CGT) en el congreso celebrado ese año. Dos líneas principales se afirmaron entonces: los llamados “vandoristas” (en alusión al dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica y de la CGT Augusto Vandor), que buscaban el diálogo con el gobierno de Onganía y se nuclearon en torno a la CGT Azopardo; y una orientación más combativa, que privilegiaba la defensa de las conquistas laborales, participación política de los trabajadores sin proscripciones e intervención activa del Estado en la economía nacional. Estos últimos conformaron la CGT de los Argentinos.
Lo que ocurrió en el Congreso Nacional de la Central fue replicándose en las provincias y localidades. En algunas, como Córdoba y Rosario, la central entera adhirió a la nueva CGT; en otras hubo divisiones y dos centrales intentaron representar los intereses de los trabajadores. Esto fue lo que sucedió en nuestra provincia. Los ecos de la división cegetista llegaron también a Mendoza, impulsando a un grupo de activistas sindicales a movilizarse con más énfasis contra la dictadura que gobernaba el país, coordinando sus acciones –tal como lo planteamos antes– con otras organizaciones de la sociedad.
La celebración del día del trabajador del 68 fue una expresión de esos aires renovados. Ese día, luego de un acto conmemorativo realizado en la Plaza San Martín, algunos dirigentes gremiales se dirigieron al Barrio San Martín para participar de una misa oficiada en la capilla Nuestra Señora de los Pobres por el padre José María Llorens.
Este Barrio había iniciado su proceso de ocupación en 1931 a partir de un grupo de familias instaladas en lo que en ese entonces era el basural de la ciudad de Mendoza. En 1959, cuando ya eran 150 familias y las necesidades eran urgentes (vivienda, servicios mínimos, tales como agua o luz y defensa a los constantes atropellos de la fuerza policial) decidieron entre un poblador chileno y Llorens, un sacerdote que hacía ya un año que vivía en el asentamiento, reunirse para organizar una cooperativa, inspirados por el ejemplo de lucha de los sin techo de Santiago de Chile.
Foto: Padre Macuca LLorens
Muchos son los signos distintivos de esta experiencia que marcó una modalidad “otra”, una verdadera “opción” como la define Llorens, en la organización de base territorial. Acá nos interesa resaltar: la institucionalización de la organización comunitaria en “Cooperativa Integral” como estrategia desarrollada por sus habitantes para enfrentar los desalojos y dar respuesta a las necesidades de vivienda y servicios básicos; la conquista de sus objetivos prioritarios (la vivienda propia en terrenos propios) y la acción de la Cooperativa por fuera de sus límites al acudir en forma solidaria a otros asentamientos en caso de amenazas de desalojos, promoviendo instancias organizativas de los afectados y proponiendo nuevas relaciones con lo legal, con efectos que trascendieron las reivindicaciones inmediatas.
El 1.º de mayo de 1968, en la capilla construida colectivamente por los/as vecinos/as organizados/as, se encontraron trabajadores con sus familias, militantes sindicales y barriales. La misa se realizó en honor de Cristo Obrero y en memoria de los trabajadores muertos al luchar por la defensa de las conquistas sociales. Los presentes pidieron justicia social, la lealtad de los dirigentes gremiales hacia sus compañeros, la abolición de los malos tratos por parte de la policía, la libertad de los detenidos gremiales y mayor sensibilidad de los gobernantes hacia la clase trabajadora. También hubo una donación para la cooperativa del barrio, organizada por los gremios que armaron este acto –especialmente la Unión Ferroviaria y Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA)–.
Es necesario entender la importancia de esa celebración y la forma en que se realizó por la carga emotiva que tal fecha tiene para los trabajadores. Tal como lo presentamos al inicio de este artículo, representa un claro indicador de la renovación de las prácticas que pretendió asumir en aquellos años un sector de los trabajadores organizados, apelando a la unidad con otros sectores también organizados. En ese 1.º de mayo se materializó una identificación de intereses que encontraría en la experiencia de la CGTA y del Barrio San Martín la confluencia de las aspiraciones, deseos y luchas de los grupos subalternos.
Tiempo después, un grupo importante de sindicatos (ferroviarios, trabajadores de sanidad, telefónicos, contratistas de viñas y frutales, mosaístas, panaderos, gráficos, vitivinícolas de Maipú, petroleros, estatales de ATE, entre otros) decidió adherir al programa de la CGTA y comenzó a reunirse para organizar la Marcha de los Pobres, una manifestación que expresaba el apoyo local a la jornada de lucha contra el gobierno de los monopolios que impulsaba la central a nivel nacional. Entre las consignas planteadas estaban la derogación de las leyes que habían modificado la legislación laboral, el cese de la racionalización en las empresas públicas, aumento de emergencia del 40 %, vigencia de la constitución y recuperación de las libertades cívicas. Se incluyeron también los reclamos por la restitución de los gremios intervenidos y la solidaridad con la lucha estudiantil.
Posteriormente estos mismos gremios decidieron convocar a un plenario para renovar las autoridades de la central, que contó con la presencia del gráfico Raimundo Ongaro, secretario general de la CGTA. En esa visita, el dirigente nacional estuvo en el Barrio San Martín y recorrió junto con los habitantes del barrio y miembros de la Cooperativa las obras de construcción de las casas, en un intento de acercar las experiencias de lucha de ambos sectores (gremial y barrial).
Avanzando en esa confluencia, el activismo que se reunió alrededor de la experiencia de la CGTA en la provincia consideró que era una opción interesante para manifestarse y centralizar muchas de las situaciones conflictivas que se vivían en los lugares de trabajo y pretendieron hacer de la misma el espacio de referencia de los que se oponían al gobierno dictatorial. Buscaron nuclear a los sectores en lucha llevando el conflicto a la calle, haciéndolo público en ese espacio en que podía actuar en conjunto con los estudiantes, militantes barriales, sacerdotes, etc. Intentaban desarrollar en esa línea una política de solidaridad con los sectores en lucha, integrándolos y comprometiéndolos, apoyando sus reclamos, con la mirada puesta en la unidad de acción y la intención de trascender el ámbito estrictamente sindical.
Así, hubo algunos hechos que insinuaron esa confluencia, en especial con la juventud, como la realización de actos en algunos barrios del Gran Mendoza con curas cercanos al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y estudiantes, o la realización de dos plenarios en las calles céntricas, con la intención de que la gente supiera lo que discutían los militantes sindicales. De esta manera parecían insinuarse nuevos caminos en la lucha contra la dictadura de la Revolución Argentina.
Por: Marcela Emili y Milagros Molina