Divulgación

La diversidad en la mirada de la arqueología de las sociedades indígenas colonizadas

Registro del contacto hispano-indígena.


La conquista y colonización del territorio y de las sociedades americanas por parte de los europeos a fines del siglo XV tuvo como consecuencia fuertes transformaciones en el ambiente y en el desarrollo cultural de las comunidades indígenas. Sin embargo, estos cambios no fueron instantáneos, sino más bien el inicio de un proceso en el que los lugares más alejados de los centros de poder tardaron en incorporarse al sistema colonial y en el que los grupos indígenas sostuvieron diferentes estrategias de relaciones con los nuevos conquistadores, desde el mestizaje hasta múltiples formas de integración o resistencia.

En la región centro oeste de la Argentina, las fundaciones de las ciudades de Mendoza (1561), San Juan (1562), La Rioja (1591) y San Luis (1594) significaron la materialización efectiva del dominio colonial, pero a 100 años del primer desembarco de Colón, muchas de ellas no eran más que pequeños caseríos. La frontera austral en Mendoza no superó durante varios siglos el río Tunuyán, pero también quedaban territorios indígenas al interior de ese espacio fronterizo en el que grupos huarpes, capayanes, olongastas y diaguitas se mantuvieron al margen de la influencia del poder colonial.

La arqueología ofrece la posibilidad de investigar el modo en que las comunidades indígenas respondieron a estos procesos, comparando el registro de momentos anteriores y posteriores al contacto hispano-indígena. El estudio de las sociedades se realiza a partir de los restos culturales, retazos de materialidad que reflejan nuestras actividades, especialmente las cotidianas, de mujeres y hombres comunes, anónimos.

Los estudios sobre bienes de uso doméstico, como la cerámica, en áreas urbanas como la ciudad de Mendoza o en espacios rurales integrados a la economía colonial como fue el Valle de Uco, demuestran un rápido reemplazo de las tradiciones tecnológicas indígenas y la adopción de formas y decoraciones introducidas por los europeos. Cambios similares han sido identificados también en torno de las especies animales y vegetales consumidas, por ejemplo, determinándose el reemplazo en la dieta de mamíferos grandes de origen americano como los guanacos por los bovinos y ovicápridos introducidos por los europeos.

Sectores más alejados de los nuevos centros de poder colonial pudieron mantener durante un tiempo mayor ciertas autonomías comunitarias. En espacios aislados, o con recursos poco atractivos para el nuevo sistema colonial, se ha podido determinar en investigaciones en Usno –Valle Fértil, San Juan– y en el complejo lagunero de Guanacache –Lavalle, Mendoza– la continuidad en el uso de espacios residenciales desde momentos prehispánicos hasta avanzado el siglo XVIII, en los que se mantienen las tradiciones cerámicas pero se van incorporando productos importados, como cerámicas vidriadas y lozas.

Asimismo, dietas compuestas por animales pequeños como roedores, armadillos y perca criolla –para el caso lagunero– se complementan con vacunos en reemplazo de los camélidos americanos. En otros lugares, como Guandacol –en el oeste riojano–, se han encontrado cerámicas de manufactura ligada a las más antiguas tradiciones indígenas fechadas en momentos coloniales.

Por otra parte, investigaciones en la Sierra de Velasco –La Rioja– han identificado estructuras fortificadas de cerros amurallados, que se pensaban exclusivamente de uso prehispánico pero que poseen fechados que sostienen la posibilidad de su utilización durante el “Gran alzamiento diaguita” del siglo XVII.

Muchos trabajos enfocados desde esta perspectiva han sido desarrollados desde el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales gracias al apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y la Universidad Nacional de Cuyo, pretenden explicar la complejidad de los procesos sociales en el pasado e invitan a pensar en la diversidad y pluralidad cultural de nuestra sociedad en el presente.

Por: María José Ots – Investigadora Asistente CONICET

Pablo Cahiza – Investigador Adjunto CONICET