Divulgación

Fuentes de trabajo en la industria regional

La incertidumbre sobre la dinámica de los cambios económico-políticos actuales nos lleva a interrogarnos sobre qué pasará con las fuentes de trabajo. Entre los sectores de relevancia, la industria manufacturera local acusa una situación de estancamiento en términos productivos y de empleo.


Durante los últimos años, el “efecto crecimiento” desde la salida de la convertibilidad (2002) se desgastó sin producir mayores cambios en la matriz productiva regional y las condiciones de empleo. Pero repasemos un poco qué pasó.

En la etapa de reactivación que comenzó a partir del año 2003, las estrategias de ganancia se asociaron fuertemente con la dinámica del sector agroexportador. Los cambios en los precios relativos, junto con el perfil de la estructura productiva, fueron claves. El ritmo de crecimiento se debió a la recuperación global de la economía argentina en conjunto con la capacidad de expansión de los sectores primarios e industriales (vinculada con el acceso y disponibilidad de financiamiento y la utilización de la fuerza de trabajo a menor precio).

Hasta el año 2010 el mantenimiento de un tipo de cambio de dólar alto, en un escenario internacional favorable (principalmente por el valor de los commodities exportados), propició el crecimiento de la industria provincial en términos generales (7 % de crecimiento anual promedio hasta el año 2008) pero sin alterar su configuración sectorial ni incrementar significativamente su aporte a la estructura de producción local (15 % PBG, DNCN) y al empleo fabril (12 % del empleo total, EPH Indec).

El perfil de especialización productiva continuó gravitando en torno a la cadena agroindustrial frutihortícola y vitivinícola (39 % de las plantas de producción, 62 % del empleo industrial, 26,7 % de las ventas y 54 % de participación en las exportaciones). La actividad de refinación de petróleo, aunque con un significativo aporte en cuanto a los valores producidos (50 % PBG industrial, 59 % de las ventas), no contribuyó del mismo modo a la cantidad de establecimientos (0,2 %) y puestos de trabajo (5% del empleo total industrial). Asociados a estos sectores de actividad económica principales, encontramos una importante dispersión de empresas metalmecánicas fabricantes de maquinaria agroindustrial, servicios petroleros y electromecánicos (3,5 %, 7 % de las ventas, 12 % del empleo); también en madera, plásticos, químicos y gráfica (Fuentes: CNE 2005, EIM 2014).

Los puestos de trabajo existentes y la capacidad sociotécnica instalada inutilizada fueron los medios de los cuales se valieron las plantas productivas para responder a la creciente demanda luego del proceso recesivo y la crisis (1998-2002). La notable reducción del valor de la fuerza de trabajo (los salarios se derrumbaron el 29 % en términos reales), resultado de la devaluación de la moneda, fue otro de los elementos determinantes. En conjunto, más que la creación de puestos de trabajo, los mecanismos utilizados se basaron en la reorganización de los procesos de trabajo regidos por la flexibilidad y adaptabilidad de las estructuras productivas. Esto se logró a partir del mantenimiento de un núcleo reducido de trabajadores estables en condiciones formales de empleo y, complementariamente, en formas de utilización de la fuerza de trabajo temporal (modalidades eventuales permitidas por ley –período de prueba, pasantías, contrato de obra o servicio–, por intermediación de agencias de empleo, tercerización y subcontratación).

A partir de 2011 comenzaron a presentarse algunas dificultades para completar el proceso de producción-valorización de los productos industriales que habían repuntado en el primer período. La interrupción de la cadena de pagos comenzó a repercutir sobre el sector de pymes industriales (mayoritarias como fuente y mantenimiento del empleo), así como el freno a la demanda internacional de productos exportados de origen agroindustrial (principalmente, productos derivados de frutas y hortalizas).

La posibilidad de formación de capital (nivel de inversiones en el sector productivo), la flexibilidad del uso de la fuerza de trabajo y su intensificación (por extensión de la jornada “productiva”), junto con la variación de las relaciones de precios internos-externos (agotamiento del modelo de “dólar alto” conjugado con el proceso inflacionario), condicionaron la profundización del proceso de industrialización y la reversión de la base sociotécnica.

La disparidad presente en la estructura económica, en la cual algunos sectores disponen de capital dinero, aunada a la libre circulación para invertir o desviar el excedente hacia sectores no productivos, convive con un conjunto heterogéneo de capitales subordinados, rezagados por encontrarse fuera del circuito de acumulación (de los controladores en la esfera de la circulación y de la posibilidad de incorporar avances tecnológicos). Esto define las formas de la competencia del mismo modo que la inserción internacional.

Desde la crisis “con el campo” (2008), las repercusiones, aunque postergadas, de la crisis financiera internacional (sobre todo por el freno de la demanda) y las posteriores medidas de regulación del comercio vinieron a complicar las propias restricciones (dependencia del superávit comercial, déficit comercial en el sector industrial, fuga de capitales, continuidad del proceso de extranjerización de sectores clave, cuello de botella de la matriz energética).

Si las estructuras de producción se reorganizaron a partir de la conservación de un núcleo de trabajadores reducido acudiendo a modalidades de contratación temporal (más allá de la estacionalidad característica de la producción regional), la variabilidad de la demanda de productos industriales, comenzando con el problema de la interrupción de la cadena de pagos por productos ya elaborados, provocaron conflictos por pagos adeudados en los salarios, la reducción de retribuciones basadas en premios por productividad, de horas extras y de la duración de las jornadas de trabajo, y la disminución del plantel de contratados por agencias de dotación de empleo eventual. En este sentido, los conflictos manifiestos en los últimos años (desde 2009) tienen que ver con reclamos salariales vinculados con las negociaciones paritarias pero también a pagos adeudados (fuente: Observatorio de la Conflictividad Social de Mendoza). Ya en el año 2013, los motivos que movilizaron a los trabajadores fueron, además, por despidos y crisis de empresas. Tales fueron los casos de industrias Matas, Impsa y de ALCO Canale como los más resonantes.

Los cambios en el empleo por las formas de organización de la producción (y la acumulación) no pueden ser comprendidos sin considerar al mismo tiempo la cristalización de regulaciones que habilitan de un modo u otro las particularidades que asumen las formas de contratación del empleo y las condiciones de trabajo en un espacio y tiempo definidos. Del mismo modo con las disputas (que pueden ser más o menos visibles) que acontecen en los espacios de trabajo, en las negociaciones colectivas y a nivel de las políticas socioeconómicas que finalmente rigen en determinado momento en el país.

Lo que ocurra con las fuentes de trabajo y con el empleo en la industria local está supeditado a las pujas por mantener y profundizar el proceso de recomposición productiva en el escenario descrito.

Por: Eliana Canafoglia – Becaria posdoctoral CONICET