Divulgación
Imaginarios sobre África
La música como medio.
La música ha sido, desde siempre, un poderoso vehículo de expresión y comunicación. Tanto los sonidos como las letras posibilitan la identificación de los oyentes a partir de complejos procesos de reconocimiento, reflejo y proyección. El caso de la música reggae, especialmente de aquella vertiente que se conoce como cultural o rasta, resulta interesante desde este punto de vista ya que se trata de un estilo que incluye toda una serie de premisas que apuntan a difundir modos de vida y perspectivas históricas a contra corriente de gran parte del sentido común occidental.
Entre los tópicos más destacados de ese discurso, se encuentra África como “origen de la humanidad” pero también como lugar de un “futuro mejor” en contacto con la naturaleza, tematizaciones que podrían resultar extrañas cuando circulan por contextos lejanos, como en el caso de Argentina. Sin embargo, tanto a nivel nacional como local, el reggae (también su versión rasta) lograron hacer pie y desarrollarse en distintos momentos.
El reggae tiene su cuna en Jamaica y nace a mediados de la década del 60, fruto de la combinación entre ritmos afrocaribeños de la música popular de la isla surgidos en la década del 40 (como el mento y el calipso) con el rythm ‘n blues, el jazz y la ramificación de estilos que cristalizaron a comienzos de los años 60, como ska y rocksteady.
Esta música aparece vinculada con los sectores populares y marginalizados de Jamaica –intérpretes, público y espacios de circulación– en una etapa de marcada movilización social y debate político. Esas raíces quedan expresadas, en muchas ocasiones, en letras con notorio contenido de protesta o crítica respecto de la realidad, asunto que cobró especial relevancia luego del proceso de independencia respecto de Gran Bretaña, en 1962. El reggae incluyó la denuncia de la situación de pobreza, sojuzgamiento y violencia social que se sostenía y hasta profundizaba, a pesar de los avances políticos que implicó la nueva etapa. Debe tenerse en cuenta, además, un contexto internacional marcado por la guerra fría, las expectativas revolucionarias que disparó la experiencia de Cuba y el fortalecimiento de posiciones tercermundistas y panafricanistas.
El reggae rasta se reconoce en aquel momento inicial y se caracteriza por su vinculación directa y, en cierto modo, “militante” con el movimiento rastafari, corriente cultural surgida alrededor de 1930 a partir de la confluencia de procesos históricos y políticos unidos por la cuestión de la negritud: la resistencia de los esclavos y sus descendientes, la religiosidad popular practicada en los guetos y la acción política de organizaciones y líderes del nacionalismo negro, muchos de los cuales promovían la repatriación a África como misión para la población negra del mundo.
Se destacan aquí una serie de aspectos estéticos, como la utilización de imágenes y colores –verde, amarillo y rojo, propios de la bandera etíope– en discos, gráfica e indumentaria, elecciones musicales (percusiones y ritmos, sampleos) y hasta modos de lucir el cabello que aluden en forma directa a los imaginarios sobre África y la negritud.
La llegada del reggae a la Argentina puede ser ubicada a partir de considerar algunos hechos fundamentales. Por un lado, la visita de artistas con renombre internacional (Jimmy Cliff en el 79 y Eddy Grant en el 82); por otro, las interpretaciones realizadas por Sumo –la banda de rock liderada por Luca Prodan, quien incluía en su repertorio piezas de reggae y ska– en los primeros años de la década de 1980, y, finalmente, el surgimiento de bandas dedicadas exclusivamente a este estilo, entre los que se pueden mencionar a Bombo Klat, Todos al Obelisco, Los Pericos o, poco tiempo después, Los Cafres y THC. Todo este proceso es acompañado por la enorme influencia de la música e imagen de Bob Marley, fallecido en 1981, ya consagrado como la primera estrella global de la música proveniente del Tercer Mundo.
Catch a fire, de 1973, el disco que marca la mundialización del mensaje rasta a través del reggae.
En Mendoza, algunas de las bandas que iniciaron durante los 80 el trayecto del reggae fueron, según los trabajos de investigación más informados sobre la escena local (“Extramuros” de Cousinet, Padilla y otros publicado, en 2001, y “Aún siguen cantando”, de Roly Giménez, 2016), Turbomúsica, Los Perfectos Idiotas y Queridos Feligreses, entre otros, aunque se trataba de proyectos que incluían otros estilos. Hubo que esperar hasta principios de los 90 para que grupos como Parió La Choca y El Cogollo sentaran las bases de una escena de reggae definida.
El denominado reggae rasta creció en nuestro país fundamentalmente en el circuito independiente y, a partir de allí, logró renombre, un público fiel y distinta repercusión mediática. Entre sus principales representantes, pueden mencionarse los trabajos discográficos de Lumumba –verdadera punta de lanza del movimiento en nuestro país– de 1996 y 1997 y los posteriores discos solistas de sus integrantes, Pablo Molina y Fidel. En paralelo, emergieron bandas pertenecientes a esta corriente, como Alika & Nueva Alianza y Riddim. En la provincia de Mendoza, de las primeras agrupaciones dedicadas a difundir esta vertiente se destacan los Eventos Rasta Reggae del colectivo SistaDifusión (2003 a 2008) y Nueve Millas (grupo surgido en 2002), cuyos integrantes también formaron parte de Zona Ganjah, uno de los proyectos artísticos de reggae rasta más afianzados en la actualidad a nivel continental.
Así, África en general y la visión del movimiento rasta en particular, se fueron esparciendo por todas las latitudes a través del reggae, amoldándose a diversos escenarios, sirviendo a millones de contexto musical para encarar la vida cotidiana y ensayar visiones alternativas de la realidad.
Por: Nazareno Bravo – Investigador Adjunto CONICET