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La tradición expulsiva de la educación argentina

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“La enseñanza regular de la filosofía y su desarrollo en la Argentina no ha sido objeto aun de estudios integrales específicos. La limitación es mayor si nos atenemos a lo que se ha indagado en cuanto al nivel medio […]”, refiere Hugo Biagini. Sin atender al protagonismo filosófico de las mujeres de Nuestra América, alude a los procesos de inclusión-exclusión que han hecho de la educación una tradición expulsiva por inestabilidad en las cátedras ante discriminaciones ideológicas, persecuciones y cesantías.

Entre ellas podemos mencionar “las que sufrieron los jesuitas en 1767 y 1841, Lafinur en 1820, la de Fernández de Agüero en 1827, la de Luis José de la Peña, Wenceslao Escalante y José Manuel Estrada en los ochenta, las maniobras contra Ingenieros en la década del Centenario, la cesantía de Aníbal Ponce y otros intelectuales durante la primera ruptura de nuestro régimen constitucional, los renunciamientos de 1946 y 1966, las remociones y prescindibilidades de 1955 y 1976”.

Arturo Andrés Roig escucha los ecos de la misma tradición expulsiva, a la que alude Biagini, en la provincia de Mendoza. Carlos Norberto Vergara con su “escuela de y para la libertad” y su manual para enseñar a leer y escribir sin necesidad de maestros; Florencia Fossatti y su proyecto de educación sexual y los tribunales infantiles y Angélica Mendoza (Mendoza, 1889/98-1960), ferviente sostenedora del vínculo política y magisterio.Florencia Fossatti (Mendoza, 1888-1978) ha sido continuadora de las prácticas que colocaron a Carlos Norberto Vergara (Mendoza, 1859-Córdoba, 1929) como el mito fundador de la Escuela Nueva Argentina. Ambos, cada uno a su modo, han significado discontinuidades para el Sistema Educativo Centralizado Estatal.

Vergara como director de la Escuela Normal Mixta de Mercedes, en la provincia de Buenos Aires, desde 1887 a 1890, provoca transformaciones en el sistema disciplinario, de gestión y administración escolar así como en la práctica áulica de enseñanza aprendizaje. Al pedagogo mendocino, como a sus compañeros de experiencia, los dejaron cesantes. Vergara fue exonerado por decreto en 1890, aunque, finalmente confinado como Inspector en Santiago del Estero. La experiencia de Mercedes, lejos de asimilarse a la “escuela cárcel”, disidente respecto de la didáctica positivista, fue catalogada como “la locura de Vergara”. La escuela se cerró a la espera de un normalizador. El positivista Victor Mercante, con quien habría sostenido “la disputa krausismo-positivismo” en las páginas de El Instructor Popular, normalizaría las prácticas educativas.

A partir de las indagaciones colectivas que con la vuelta de la democracia tuvieron lugar bajo la dirección de Adriana Puiggrós es posible configurar la categoría de “alternativas pedagógicas” para referirse a eventos, situaciones, experiencias que se distinguían del modelo educativo tradicional y que pretendían responder a la pregunta por la educación popular. Puiggrós sostiene que “el movimiento escolanovista conjugaba, sumando todas sus variantes, los elementos más irritantes para los poderes tradicionales de la educación argentina.” Si asumimos que el modelo hegemónico en Latinoamérica, en los cincuenta años que van desde fines del siglo XIX a principios del XX, estuvo caracterizado por la escolarización como modelo trasladable a todo el sistema educativo independientemente de los niveles que suponga, la verticalidad, la jerarquía, la ritualización, centralización, burocratización, autoritarismo,;exclusión de ciertos sujetos, saberes y prácticas, es posible dimensionar el alcance de la categoría “alternativas pedagógicas” o de “educación alternativa”.

Espiritualistas, eclectisistas, anarquistas, liberales o comunistas, marxistas, kantianos o krausistas, más rousseaunianos o más pestalozzistas, coincidieron en la educación de la mujer, la coeducación, la laicidad, la libertad de expresión, la autonomía del niño, la participación de los docentes y el estímulo a la creatividad, entre otros aspectos. Coincide Puiggrós con Biagini y Roig. Casi todos fueron discutidos, perseguidos o reprimidos por sus ideas pedagógicas, prácticas institucionales y sus posiciones políticas. Si bien Carlos Norberto Vergara fué repuesto en su cargo con dos intentos de traslados y una cesantía, Florencia Fossatti debió reclamarlo judicialmente con su Alegato Pedagógico en 1959.

Por: Mariana Alvarado – INCIHUSA-CONICET-CCT Mendoza.