Divulgación

Las luchas de los trabajadores y las trabajadoras, ayer y hoy

“La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora” (relato de José Martí para La Nación, últimas palabras de Theodore Spies, uno de los mártires de Chicago, 13 de noviembre de 1888)


No es extraña a la historia del movimiento trabajador la crueldad violenta con que se castiga a los que pretenden detener el paso firme de la explotación, la negación de los derechos, los despidos y la hambruna generalizada. Cada país tiene sus mártires, nosotros los tenemos. El maestro Carlos Fuentealba es uno de ellos.

Por ello y más allá de los manejos mediáticos o de la resignificación que haga el Estado, el 1.º de mayo no es el Día del Trabajo sin sujetos. Es el día de todos los y las trabajadoras que luchan, lucharon o resisten; es el día en que incómodamente se hacen presentes los protagonistas de la historia para pedir rendición de cuentas.

Por ello la negación. Comúnmente se intenta saltar la fecha aludiendo a celebraciones, festividades y festines que adormecen la memoria. O mejor, su evocación se ubica en un pasado tan lejano como ficcional, que no permite establecer ningún trazo de continuidad con los que dan batalla hoy. Intentaremos reflexionar sobre uno de los problemas actuales que aquejan a los trabajadores mendocinos, con el fin de tender un puente entre las luchas de ayer y las que hoy son novedosamente deslegitimadas, cuestionadas y violentadas, tanto como lo fueron aquellas que se sumergen en el pasado.
De las ocho horas al ítem aula, más derechos cercenados

El ítem aula compone un nuevo escalón hacia la precarización laboral de los trabajadores formalmente insertos. No estamos hablando de un aumento salarial y un determinado porcentaje que puede considerarse más o menos magro en relación con el costo de vida. El ítem en cuestión conforma un nuevo escalón en lo que denominamos disciplinamiento laboral. Pero vayamos por partes.

Fuente: La 5ta pata. Publicación digital, 13 de marzo de 2016.

El punto de partida es establecer un diagnóstico serio y fundado sobre las condiciones de trabajo de los docentes en el país. La aplicación del ítem aula parte de constatar el aumento del ausentismo laboral docente que, tendencialmente, abarca a una mayor cantidad de educadores. Las docentes, sin duda, se ausentan frecuentemente y lo hacen (medie o no enfermedad laboral), debido al malestar y desgaste que les genera su trabajo. Esto se debe a múltiples factores, entre los cuales se cuentan: a) la crisis de la educación formal en general y de la escuela en particular, y su transformación en contenedor de los problemas económico-sociales y familiares; b) el desplazamiento de la responsabilidad por los alumnos desde el Estado hacia las y los trabajadores de la educación, quienes deben administrar los “riesgos” del proceso educativo (civil y penalmente) y de las actividades que se encaren a propósito del mismo; c) el incremento de las cargas de trabajo en función de la disminución del presupuesto: cada vez son menos los docentes frente a alumnos, lo cual no se debe al cambio de funciones sino a las carencias edilicias: menos aulas para cubrir una mayor densidad poblacional; d) polifuncionalidad del personal que asume paralelamente tareas de administración, planeamiento, docencia, investigación, asistencia social, pedagógica y de contención individual y familiar; e) pluriempleo de los agentes, que se verifica en la asunción de más de un puesto de trabajo para acceder a un salario que llegue a satisfacer el costo de vida.

Frente a los problemas enunciados, la respuesta recae sobre los síntomas y no sobre las causas: la cuestión se “resuelve” responsabilizando a los trabajadores por la baja productividad de los alumnos, la desafiliación social, la retracción individual y el desinterés, entre otros problemas que exceden con creces la labor de los docentes. Y por ello, frente a la desproporción de la tarea asignada, más allá de la remuneración a la que la misma da lugar, las docentes faltan.

El castigo ejemplar: premiar al que no cumple con sus derechos

La innovación normativa que el ítem aula produce se centra en deslegitimar los derechos del trabajo a través de poner precio al ejercicio de los mismos. Es decir que quien ejerce el derecho, es bueno remarcar ‘constitucional’ (a asistir un enfermo, estudiar, cuidar a un familiar, a representar a sus compañeros, a faltar por enfermedad propia) es castigado con su descuento. Esto implica vaciar progresivamente los derechos laborales por desuso y vincular paulatinamente a los mismos con el mercado: no sólo nuestra productividad tiene precio sino que su valor aumenta mientras mayor es la indefensión a la que nos veamos expuestos. En una palabra, somos más “vendibles” mientras nos constituyamos en más “vulnerables”. Esto evidencia otro costado del vaciamiento de la democracia como régimen de gobierno cada vez más formal y menos igualitaria: el problema no es otorgar ni reconocer un derecho sino asegurar la limitación de su consecución.

Ahora bien: en términos colectivos refuerza otro aspecto preocupante, que es el de contraponer derecho contra derecho; por ejemplo, derechos laborales, como el de la huelga, contra otro derecho de orden social, como la educación. Nuevamente, las responsabilidades del Estado y del mercado se licuan en un plano horizontal entre dos sectores perjudicados, lo que resulta productivamente beneficioso pues el conflicto social no se dirige contra quien corresponde (patronal o Estado) sino que desgarra a la misma sociedad civil. Así, fomenta más y profundas particiones entre los sectores subalternos. Los padres se tornan patrones y controladores de la productividad del docente, mientras los docentes responsabilizan a los padres de la escasa productividad social de sus hijos. La desigualdad (laboral y social) persiste en un camino llaneado de obstáculos.

La historia es hoy

En los últimos ciclos de protesta los docentes escogieron la consigna “Docente en lucha también educa”. Nunca más pertinente la síntesis. Tanto en el caso de las ocho horas que defendieron los Mártires de Chicago como en el actualizado ítem aula, la consecución de los derechos o su pérdida dependen de un cierto estado de fuerzas sociales. Lo que el 1.º de mayo nos viene a recordar es que ninguna de las letras que conforman las leyes y normas, país por país, fue concedida graciosamente a los y las trabajadoras. Su reconocimiento guarda la memoria de miles que batallaron incansablemente por hacer del trabajo una actividad digna. No un fin en la vida sino un medio para vivir dignamente; no una tortuosa trayectoria sino un modo de subsistir, construir, crear y participar en la riqueza social que construye a su paso cada sociedad en su conjunto y que lamentablemente unos pocos lapidan y disfrutan.

Por: Patricia Collado – Investigadora Adjunta CONICET