Divulgación

Migraciones en mendoza: repensando las fronteras para reconocer la diversidad

Casi el 4% de la población es extranjera de países vecinos. Pero estos datos sólo tienen sentido bajo la idea de la existencia de “fronteras”, que actualmente las Ciencias Sociales debaten.


Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la migración es definida como el movimiento de una persona o grupo de personas de una unidad geográfica hacia otra a través de una frontera administrativa o política, con la intención de establecerse de manera indefinida o temporal en un lugar distinto a su lugar de origen.

Aunque los movimientos de personas y grupos atraviesan la historia humana, su estudio científico se desarrolla a la par de la consolidación de los Estados nación a fines del siglo XIX y del surgimiento de disciplinas específicas (particularmente la demografía) que aportaron información estadística acerca de estos procesos con el fin de facilitar su “gestión” estatal.

Si bien actualmente esta perspectiva continúa desarrollándose, los enfoques disciplinares y metodológicos se han multiplicado y el fenómeno es abordado desde la sociología, la antropología, la psicología, la psicología social, la medicina, el derecho, entre otros. Esto posibilita que el diálogo entre perspectivas estatales y las provenientes de las ciencias sociales sea enriquecido.

La Argentina puede aportar al debate a partir de algunos de principios que establece la Ley 25871, sancionada en 2003, tales como la concepción de la migración como un derecho humano, la sustitución de la calificación de “ilegal” por “irregular” y el reconocimiento de la igualdad de derechos entre nacionales y extranjeros. Junto con estos avances aparece la necesidad de defender la Ley en la cotidianeidad de las prácticas institucionales y sociales, así como pensar en los desafíos que aún se presentan, tales como la persistencia de representaciones sociales discriminatorias hacia la población migrante (y sus graves consecuencias para el libre acceso a la salud, la educación, los derechos laborarles, la recreación, etc.) y la profundización de los derechos políticos de los/as migrantes, por mencionar sólo algunos.

Asimismo, nuestra ubicación geográfica en el mundo nos permite otras reflexiones. Según datos del Censo Nacional de Población del 2010, el 4,5 % de la población residente en Argentina es de origen extranjero. De ese total, el 77 % son nacidos en países del Cono Sur (Paraguay, Bolivia, Chile, Perú y Brasil, mayoritariamente). En Mendoza, en particular, los extranjeros conforman el 3,7 % de la población, de los cuales el 79 % son oriundos de países limítrofes y del Perú: el mayor colectivo proviene de Bolivia (52,4 %), seguido por Chile (33,8 %) y Perú (10,3 %).

En relación con estos grupos mayoritarios, resultados de estudios cualitativos indican que muchos de estos migrantes afincados en la Argentina van y vienen a y desde su países de origen por diversos motivos, lo cual da cuenta de movimientos fluidos, de un permanente transitar entre los límites políticos y las culturas, de circulaciones en el territorio. A su vez, si nos remontamos a la historia de la región previa a la conformación de los Estados-nación, comprenderemos que muchos de los actuales residentes “extranjeros” pertenecen a diversos pueblos originarios.

Estas particularidades nos llevan a cuestionar la idea de fronteras inherente a la definición de migración antes mencionada, así como a dimensionar su carácter histórico y socialmente construido. Es conveniente, entonces, una reflexión al respecto desde las ciencias sociales con el fin de poner estos conocimientos al servicio de prácticas sociales y políticas públicas inclusivas.

Asimismo, hay que considerar que al hablar de migraciones nos referimos a personas, motivaciones, proyectos e historias de vida, cuya comprensión nos permite re-conocernos como región y como sociedad, y por tanto diluir las fronteras, no sólo nacionales sino las que nos llevan a desconocer la diversidad y su valor, pero también las cercanías entre quienes vivimos tan cerca y, a veces, tan lejos.

Por: Victoria Martínez Espínola – becaria doctoral CONICET