Divulgación

Primeras Cartografías

En el territorio que constituye la actual Área Metropolitana de Mendoza no existió la vitivinicultura en la etapa prehispánica, o sea, durante la dominación incaica de los aborígenes locales llamados “huarpes”.


Tanto la uva como el vino y el pan de trigo fueron conocidos, en esta porción del mundo, a partir de la llegada de los conquistadores españoles. En efecto, el vino y el pan aparecen asociados con el acto litúrgico de la misa católica; de allí que se precisara, aunque fuese en pequeñas cantidades, para la celebración de la eucaristía.

En la historia de la ciudad, la primera mención a una “viña” se efectúa en la propia Acta de Fundación de la “Ciudad de Mendoza, Nuevo Valle de Rioja” por parte del capitán español Pedro del Castillo, el fundador de la ciudad, al establecer las tierras más allá del ejido:

“…les daba y señalaba y dió y señaló en nombre de su magestad como dicho es a cada vecino y morador desta dicha çibdad para guerta y viña seys quadras de tierra que se entienden del grandor y tamaño que tienen las quadras señaladas en la trasa deste dicha çibdad” (Acta estableciendo el ejido de la Ciudad de Mendoza, Nuevo Valle de Rioja en 1561).

El cronista español López de Velasco, hacia 1575, caracteriza en su crónica a la Provincia de Cuyo de la siguiente manera:

“(…) donde no llueve en todo el año más de dos o tres aguaceros que pasan de una hora o dos, aunque el temple dicen que no es frío sino bueno, pero no se da en ella comida alguna, salvo pequeños valles y quebradas que tienen los españoles, en que se da algún trigo, maíz, cebada y viñas, todo de regadío…” (Draghi Lucero, 1938).

Alrededor de 1603, el Cabildo de Mendoza creó la Alcaldía de Agua como un oficio auxiliar a la justicia capitular, como señala Rosa Zuluaga:

“(…) para que las reparta sin pasión ni afición y mande dar a cada chacra de los vecinos encomenderos y de los indios naturales y otras personas que sembraren el agua que fuere necesaria para dichas chacras y así más para las viñas que están fuera del ejido de la ciudad” (Guarda, 1978).

En el primer plano real de la ciudad, el de 1754, cada una de las 40 propiedades semirrurales identificadas en el mismo posee una leyenda explicativa con el nombre de su propietario y si se trata de casa, viña o de ambas. Pero será recién en el plano de los Bethlemitas de 1764 cuando veremos, por primera vez, el diseño de las viñas en el trazado de la ciudad.

Viñas en el Sitio de San Antonio. Plano de los Bethlemitas (1764) en Ponte “Mendoza, aquella Ciudad de Barro” (2008).

Junto con el plano de 1754, de María Miranda, son los dos primeros que conocemos de la ciudad real, luego de los planos fundacionales, y el último que existirá del período en que Mendoza, como ciudad del Corregimiento de Cuyo, formó parte de la Capitanía General de Chile antes de la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, del que pasó a depender.

El original de este plano se encuentra en el Archivo Nacional de Chile, Sección Capitanía General. En cuanto a la representación, no ha existido un plano más figurativo que este. En efecto, en él aparece dibujada incluso la arquitectura de su principal equipamiento, más las tapias y las huertas. En el traspaso del plano de 1764 sobre la traza actual, este “encaja” perfectamente en la actual calle Alberdi y Correa Saá (de Pedro Molina, Guaymallén). En el sector remanente, hacia el noroeste, configurando un rectángulo urbano casi regular, según el plano en estudio, se encontraban zonas de viñas como sería, seguramente, toda la margen este de la Ciudad. Salvo la calle oeste de la plaza que aparece nominada como de “la Cañada”, no existe ninguna referencia a nombres de las otras calles. Esta estaba llamada a convertirse en la principal del pueblo.

En el sector sureste del plano y en una escala de dibujo diferente al resto del mismo, se encuentran el proyectado Hospital de San Antonio y la descripción del sitio correspondiente. Se advierte que para poder incluir en un plano tan pequeño la finca de San Antonio y la ciudad, se ha obviado la distancia en escala entre ambos elementos. El solar está delimitado por tapias que enmarcan un rectángulo con lado mayor coincidente con la cabezada que da hacia el oeste, de 100 varas, y el frente de 80 varas al norte.

Una acequia nace en su ángulo suroeste y acompaña paralela los costados sur y este, respectivamente. A su vera se emplaza, en el borde este, un definido callejón de sausería delimitado entre la acequia y la tapia. Hacia los fondos, más allá de la tapia que hace de cierre sur, se grafica e identifica un sector de “viñas”. La tapia oeste da hacia un callejón (actual calle Francisco de la Reta), que constituye el cierre sur del predio.

Por: Ricardo Ponte – Investigador Independiente CONICET